domingo, 15 de febrero de 2009

"ES TRISTE OIR LO QUE SE DICE DE LOS MENORES"



el reto de la integración

Ibrahima Sarr y, a la izquierda, su compatriota senegalesa Aissa, ayer durante el encuentro multicultural organizado por el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife en el barrio de Chimisay. josé luis gonzález
Canarias quiere echarlos, pero ellos quieren quedarse. Historias como la de Ibrahima se repiten. Llegó en cayuco, consiguió un trabajo y ahora está en un grupo de rap. "Es triste oír lo que se dice sobre los menores inmigrantes", opina.
DANIEL MILLET SANTA CRUZ DE TENERIFE Ibrahima Sarr es uno de esos menores inmigrantes que según las administraciones canarias han causado tantos problemas en las Islas y hay que derivarlos a otro sitio de forma urgente. Pero cuando se conversa con él al momento se percibe que Ibrahima es todo menos un problema. Llegó a Tenerife hace dos años, cuando tenía 17, en un cayuco procedente de Ndangane Sambou, un pueblo pesquero de Senegal, y asegura que nunca en su vida se olvidará de aquella travesía. "Nadie se puede imaginar lo duro que es. Jamás imaginé que lo iba a pasar tan mal".
Los permanentes comentarios negativos hacia chicos como él de responsables de las administraciones y determinados comentaristas no les son para nada ajenos. "Claro que somos conscientes de esos comentarios. Y nos entristece mucho porque somos personas normales que venimos de un país pobre para trabajar", cuenta mientras aprieta unos dedos inmensos de los que sobresale un gran anillo de plata. Pasó un año en el centro de menores de La Esperanza hasta quedar a la deriva al cumplir los 18 años. Pero gracias a la ayuda de varios amigos que hizo en Tenerife y a las ONG ahora, con 19, trabaja en una obra, estudia inglés y música, y envía todos los meses a Senegal entre 150 y 200 euros que son una bendición para mantener a su numerosa familia e incluso hacer algunas reparaciones en la vivienda natal. Sin embargo, con lo que verdaderamente sueña Ibrahima es con convertirse en una estrella del rap.Ya tiene grupo -Famille Boubess, nombre mezcla de francés y wolof que significa Nueva Familia- y ya hay gente que disfruta de sus ritmos reivindicativos. Comparte banda con otros dos senegaleses, un inglés y el músico canario Ventor -ex componente de Species-, y ayer actuaron en el Centro de Encuentro del barrio santacrucero de Chimisay durante la clausura de las actividades de Santa Cruz Diversa, que organiza el Ayuntamiento de Santa Cruz con el apoyo del Gobierno de Canarias y el Ministerio de Trabajo e Inmigración. Residentes e inmigrantes de todas las edades y procedencias -de Senegal, Costa de Marfil, Mali, Marruecos, Chile, República Dominicana, Ecuador...- volvieron a coincidir en este programa que persigue la integración social.
Ahí estaba otra senegalesa, Aissa, que lleva desde el 79 en Tenerife y asegura haber trabajado de todo: camarera, cocinera, bailarina, trabajadora de limpieza... Ahora está en paro, pero no oculta una sonrisa radiante, sobre todo porque la acompañan sus hijas Maimouna y Adama, que se sienten dos canarias más, lo que no impide compartir la tristeza de Ibrahima ante los permanentes comentarios contra los menores que llegan en cayuco. "Es sencillo: en nuestra complicada situación necesitamos especialmente sentirnos valorados e integrados", admite otro inmigrante, el chileno Cristian Alfaro, uno de los impulsores del Club de Fútbol Pablo Neruda, que pronto comenzará a competir y es como una ONU con botas de tacos. Alfaro dice que "en general" lo han tratado bien, pero recuerda con amargura cuando una vez le negaron al equipo el uso de un campo de fútbol. "Nos dijeron que éramos sudamericanos, que traeríamos problemas".
El mundo en un barrioEl área de Cohesión y Bienestar Social del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ha elegido los encuentros interculturales en los diferentes distritos del municipio para favorecer la integración de los inmigrantes. El programa, incluido en el plan Santa Cruz Diversa y denominado El mundo en nuestro barrio, concluyó ayer en el Centro de Encuentro de Chimisay con obras teatrales, música de rap y degustaciones de platos típicos de Mauritania, República Dominicana, Senegal y Canarias. Entre croquetas y porciones de pollo en salsa, menores inmigrantes subsaharianos y marroquíes de los centros de atención se mezclaron con personas procedentes de Sudamérica en un ambiente distendido y festivo en el que todos coincidieron en la importancia de este tipo de eventos para descargar tensiones. Son colectivos especialmente vulnerables ante las dificultades económicas y las opiniones contrarias a los inmigrantes tan asentadas en un sector de la población local. Pero para luchar contra los prejuicios siempre vendrá bien un rap o una simple sonrisa.

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