domingo, 26 de febrero de 2012

PERDERSE PARA ENCONTRARSE...


Una vez llegue a una casa con encanto en la Playa de Bajamar, Breña Alta, La Palma. Está rodeada de vegetación "antigua". Me abrió la puerta una cubana amable, que trabajaba en el servicio doméstico. Me había citado allí con un señor por teléfono, solo sabía que se llamaba Manolo. A los pocos minutos llamaron al jardinero-chofer-manitas, para que buscara al señor. Mientras la amable cubana se encargaba de contener a un número increíble de gatos que competían por entrar en la casa. A los cinco minutos llego el señor Manolo, vestido con un mono de jardinero, guantes de jardín y un sombrero, y gafas. Me dijo que sentía no darme la mano porque venía de estar trabajando en el jardín, y atender a los diferentes animales que en él se criaban, varias clases de aves. Tratamos el asunto que me había llevado allí y me pareció un hombre exquisito en el trato y a la vez el más sencillo del mundo. Me presento a su madre, una anciana dulce como el Bienmesabe, y descubrí cual era el objeto de veneración de este hombre, su madre. Al final del encuentro, me acompaño él mismo a la puerta del jardín y nos despedimos. No había conocido nunca en esa isla un personaje como él y conocía bastantes. Quedamos para otra ocasión si su trabajo se lo permitía, pero nunca me dijo su apellido. La próxima vez que estuve en esa casa, él no estaba, me atendió su hermana, me pareció que eran seres idénticos, no precisamente por el físico, que también. Ella fue la que me dijo que su hermano estaba en Madrid preparando la apertura de la tienda. Ahí me entere que era Manolo Blahnik. Cuanta sencillez y humildad. Así da gusto conocer gente. No me extraña que se refugie en Garafía, yo también lo hice un día. Y les he dicho a mis hijos que mis cenizas las esparzan en el mar de los Roques de Santo Domingo de Garafía, pues desde allí, al noroeste de la Palma irán derechitas a América, ya lo dijo Thoreau, " De ese oeste que confirmará nuestros sueños". Garafía te hace pequeña, en su inmensa soledad, lo descubrió Antonio Gala en su libro "La regla de tres", o Fernando Delgado en "Isla sin mar".
Autora: Guadalupe
Foto: José B.Ruiz

1 comentario:

Aarón dijo...

Enhorabuena Guadalupe, buen comienzo, te agradezco que me hagas compañía en el blog, será agradable aunar nuestras inquietudes. Me encanta el comienzo, no desistas, que esta historia parece sabrosa.

Un saludo atento compañera.