viernes, 3 de julio de 2009

ZULEIMA, ARENA Y SAL








Algunas veces vivimos nuestras vidas encadenados, sin saber que nosotros tenemos la llave.
- The Eagles (grupo de rock estadounidense)
El funeral fue sobrio e íntimo. Natasha había manifestado en diferentes ocasiones querer ser incinerada al morir para luego depositar sus cenizas en el mar, por lo cual sus amigos decidieron cumplir su voluntad. Allí estaba Zuleima, Juan, Hanah y un desolado y entristecido Óscar. Todos la conocían, unos más que otros, algunos, como Hanah, la había visto muy pocas veces, pero todos le guardaban especial cariño.

Alejada de ellos, tras un ventanal, la mujer enmascarada, ya sin máscara, oculta tras unas gafas negras y de riguroso luto, lloraba la muerte de su enamorada en un sepulcral silencio. Se sentía destrozada y culpable, la tristeza era tan fuerte como un puñal en el pecho, como una muerte certera, una herida sangrante y lacerante. Le ardía, le escocía, la derribaba el sufrimiento, precipitándose en un abismo de desesperación y angustia, donde la sombra de la sospecha acerca del accidente que provocó la muerte de Natasha no fue un accidente como tal, sino un crimen planeado por su marido y ejecutado por unos de sus perros guardianes, o quizás por el mismo, no dejaba de planear en su mente todas esas cosas. Se prometió asimisma que llegaría hasta el fondo de aquel asunto y que llevaría a la luz pública los negocios fraudulentos de su marido, sus colaboraciones con la mafia de trata de blancas, su explotación a trabajadoras inmigrantes sin papeles a los que engañaba y extorsionaba. Ya no guardaría más silencio, pues ya no tenía nada que perder, no le importaba el escándalo político, social, los juicios, las acuciaciones de cómplice..., ya no le importaba nadie ni nada, ni siquiera perder su vida. Pues para ella su alma estaba muerta, solo era un cuerpo lleno de dolor y arrepentimiento por la cobardía del silencio guardado durante años, que la habían convertido en cómplice de las atrocidades de su marido, matando a su único amor y con ello los sentimientos más puros y sinceros que habían albergado su cuerpo.

Al atardecer se dirigieron a Famara. Todos se tomaron de las manos mientras Óscar se desahogaba tocando con su trompeta su última melodía para Natasha y Juan recitaba un poema en memoria de su amiga perdida........

CONTINUARÁ...............
Autores: Nayra del Rosario Hernández Benitez
Aarón Moreno Borges

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