viernes, 5 de diciembre de 2008

"ZULEIMA, ARENA Y SAL"







El sol despuntaba sus últimos rayos sobre los riscos de Famara mientras Óscar, absorto y meditabundo, fijaba su mirada en el planeo de las gaviotas. Allí, sentado en la arena de la playa, llevaba ya más de cinco horas intentando dejarse absorver por la belleza natural para inspirarse y componer nuevas canciones. Pero sus propios pensamientos lo traicionaban, dejándose dominar por el recuerdo de la una mala mujer que no daba cabida a su creatividad.

Cada día se sentía más frustrado y perdido en si mismo, apenas ya le quedaba dinero. Su trabajo en el bar de copas le resultaba insignificante para un músico que había tocado en los bares más lujosos del Malecón de la Habana. Inmerso en estos pensamientos se levantó furioso de la playa, recogió con furia los libretos donde reposaban los pentagramas vacíos, a la espera de que una oleada de música les diera vida. Y se dirigió hacia el primer bar que encontró en Caleta de Famara donde pidió un Cuba Libre para calmar su angustia interna y desesperación. Mientras tomaba la copa de alcohol pensó que quizás Zuleima tendría razón y podría salir adelante si se lo proponía. Saboreando el Cuba Libre no sólo celebraba, paradójicamente, las ganas de libertad que siempre tuvo desde pequeño por ver una Cuba Libre, liberada del yugo de Estados Unidos y la política de Castro. También brindaba por la fuerza de voluntad y la libertad de sentirse bien con uno mismo, sin necesidad de vivir atado a una mala mujer, por mucha sangre latina que tuviera en las venas.

Los ojos negros de Zuleima brillaban más que nunca en el desierto del Sahara. Cubierta por un velo y túnica negra había corrido presurosa por la Medina para encontrarse con su amado Said. No pasó mucho tiempo para que él apareciera con su camello por las arenas del desierto. A Zuleima le parecía el mismo príncipe al que Sherezade sedujo. Se abrazaron con tanta intensidad que los poros de su piel desprendían el aroma inconfundible del verdadero amor y al mismo tiempo sus cuerpos eran envueltos por el miedo a que su amor prohibido se descubriera. Se empezaron a susurrar palabras de amor y dulzura. A Zuleima le brotaban lágrimas en los ojos y al llegar la luz del sol por su ventana se dio cuenta que todo había sido un sueño más y lo único que guardaba de ese sueño eran sus preciosos ojos humedecidos por las lágrimas, fruto de su amor prohibido.

CONTINUARÁ.......
Autores: Nayra del Rosario Hernández Benítez.
Aarón Moreno Borges.

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