miércoles, 3 de septiembre de 2008

SOMOS MÚSICA


REBELDE CON CAUSA, por Jordi Siracusa


Se viene diciendo y repitiendo que los seres humanos somos agua. Es cierto, nuestra composición física contiene un 66 % del líquido elemento, por tanto somos los ríos manriqueños que acabaremos en la mar.
Sin embargo nuestro espíritu y nuestra personalidad se forma con otros elemento, digamos químicos, cuyos componentes no se encuentran en la Tabla Periódica de Elementos. Nuestro espíritu se enriquece de sensaciones y sería muy difícil, por no decir imposible, averiguar el peso atómico de cada una de ellas.
Uno de esos factores que llenan nuestra batería sensitiva es la música. Desde que el mundo es mundo la música ha sido uno de los componentes básicos de cualquier entorno. El viento ya silbaba cuando éste era un planeta sin vida; las primeras gotas de lluvia formaron la primera melodía, el deshielo la primera sinfonía y el choque de los aerolitos las percusiones más sugerentes. Luego, el crepitar de fuego, los primeros cantos de las ballenas, el piar primigenio de un dinosaurio cuando todavía era ave, todo música. La primera nana en una cueva remota de Atapuerca. Música, armonía y más música.
Por tanto no es de extrañar que, además de nuestras circunstancias, seamos lo que somos merced a la música. La mayor parte de nuestros recuerdos, sobre todo y afortunadamente, los más felices o los más especiales, están ligados a una canción. ¿Cual era la pieza que bailaban cuando se conocieron? ¿En qué concierto lo pasaron tan bien? ¿Qué banda sonora les causó tanta impresión? ¿Qué melodía les anima, cuál les entristece, qué cántico les emociona? Repasen los instantes de su vida y en muchos de ellos encontraran por activa o por pasiva la armonía de aquel momento.
Y somos música por que cada uno de nosotros se comporta – aún sin quererlo – como una composición musical.

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