El cine ha reflejado desde sus inicios los dramas humanos de la sociedad, entre ellos la necesidad de dejar su propia tierra para sobrevivir. El cine español, por ejemplo, durante su historia, ha ido representando en imágenes el problema de las migraciones. Antes de los años 40 del siglo XX, la migraciones rurales, con películas tan profundas y cargadas de dramatismo como las dos versiones que Florián Rey hizo de La aldea maldita, una en 1930, muda y otra sonora en 1942. La Castilla más dura se refleja con sus dramas campesinos y su necesidad de salir a trabajar en otros lugares. La mujer, en el cine de emigración, es en muchos casos, la gran perdedora. Ya avanzado el siglo, Juan Antonio Nieves Conde realizó Surcos (1951), que nos da a conocer los problemas de la emigración rural hacia la ciudad en la España de Franco. La película fue censurada y depurada por el régimen por representar el fenómeno de la emigración rural como común en el país, dejándolo como la anécdota de una familia que fracasa en la ciudad y debe volver al pueblo del que salió.
La piel quemada (1967) de José María Forn, lleva el problema de los emigrantes rurales en una patética plasmación del subdesarrollo económico y cultural español de la época, del caciquismo meridional y de la inmigración en Cataluña.
Vente a Alemania, Pepe (1971), de Pedro Lazaga. Refleja la situación de emigrantes españoles en Europa que se adaptan poco y lo bien que cada uno está en su tierra de origen.
En el cine español de la época se puede apreciar que no todos los españoles iban con los documentos en regla, mito que actualmente se ha creado como excusa comparativa en relación a los actuales emigrantes. «Hasta 1956, el gobierno español no sólo no proporcionará ningún estímulo oficial a la emigración...sino que la vigilancia en las fronteras intentará limitar las salidas en la medida de lo posible... La mayoría de las salidas se realizan clandestinamente»
La dura vida del emigrante español en América y en algunos casos la turbia manera de hacer dinero y un lugar en la sociedad se trata en Frontera sur, 1998, en la que Gerardo Herrero hizo un drama de emigración en Argentina, una forma sórdida de abrirse camino, la trata de blancas, las riñas de gallos, la apropiación de las tierras, la violencia... o Sus ojos se cerraron de Jaime Chávarri, (1997), la historia de una modista madrileña que llega a Buenos Aires en los años 30.
La situación de una España en desarrollo trajo consigo una nueva realidad y llegaron los emigrantes. El cine comenzó a relatar la forma de vida de los recién llegados, sus problemas, sus dificultades de integración y las trabas administrativas y personales. En la medida en que el problema se hizo más duro y la reacción local más furibunda contra el emigrante el cine español reaccionó con algunas películas. Las cartas de Alou, 1990, de Montxo Armendáriz, narra el periplo de un joven senegalés por la península en precarias condiciones laborales, Bwana, de 1995, de Imanol Uribe, que es una reflexión sobre la xenofobia y el racismo encarnados en una familia española, sus miedos y sus frustraciones hacia un emigrante subsahariano que acaba de llegar en patera. Saïd Saïd, 1998, de Llorenç Soler, cuenta la historia de Saïd y las duras condiciones de vida que tienen los inmigrantes magrebíes en nuestro país. Para señalar, aunque sea someramente, el papel de la mujer, tanto en Saïd como en Las cartas de Alou, los dos protagonistas, el marroquí y el senegalés, se enamoran de mujeres españolas, que les ayudan fervientemente, aunque esa situación no mejora, sino al contrario, la relación de los emigrantes extranjeros con su entorno social, dando lugar en algún caso a virulentas reacciones por parte de grupos racistas (Saïd). En ninguna de ellas se aprecia a la mujer emigrante, invisible en esta etapa del cine español.
La emigración de los países del Este se narra en El sudor de los ruiseñores, de Juan Manuel Cotelo, 1998, sobre un violonchelista rumano que llega a Madrid con el sueño de trabajar en una orquesta y ganar el dinero suficiente para poder traer a su esposa y a su hija; la de los emigrantes cubanos en Cosas que dejé en la Habana (1999) de Manuel Gutiérrez Aragón. En esta última, la mujer tiene ya una importancia sustancial, ya que narra la historia de tres jóvenes cubanas que buscan trabajo en Madrid donde viven con una tía. Es una interesante película a pesar de que los estereotipos se suceden en ella, tanto en lo que se refiere a las cubanas recién llegadas, que procurar una típica integración en el medio, la tía, que ha hecho simbiosis con el entorno, como los diferentes personajes españoles, que responden a etiquetas previstas.
En 1999, Iciar Bollain realizó Flores de otro mundo. Una caravana de mujeres –extranjeras y españolas- llega a un pueblo con el fin de establecer relaciones con los solteros de la población. Son varios los conflictos que se generan por las diferencias culturales y sociales entre las recién llegadas y los vecinos del pueblo. Es, posiblemente, la película en la que el problema de la mujer inmigrante, se ve con mayor realismo, sobre todo en lo que se refiere al poder masculino en las relaciones –incluida la violencia corporal- y a las dificultades de ser aceptadas sus diferencias por la cultura tradicional.
He citado más arriba la película del 2002, Poniente, de Chus Gutierrez, una historia de amistad y amor con el conflicto social de la emigración de fondo. Es una película de guerra, guerra de sexos, de culturas, de clases… que culmina en una gran batalla en la que pierde todo el mundo.
En el año 2005 el cine español ha tratado el problema de la mujer emigrante y su relación cultural, laboral y social desde diversos puntos de vista. Una interesante película es Princesas (2005), en la que Fernando León de Aranoa, director y guionista narra de forma esplendida la amistad de dos prostitutas de calle, una emigrante y otra española, luchando juntas en una sociedad que les da la espalda. También en 2005, Pedro Pérez Rosado ha realizado Agua con sal, en la que dos mujeres también, una emigrante y otra española, trabajadoras marginales e ilegales luchan por sobrevivir en un ambiente hostil.
Interesante es Un franco, 14 pesetas, de Carlos Iglesias, que en 2006 narra una historia de españoles emigrantes a Europa hacia 1960, en la que desmitifica muchas de las aseveraciones sobre la emigración de españoles que actualmente se tienen, así como del retorno a su país de estos emigrantes. Las dificultades de adaptación, la entrada sin papeles, los problemas, la necesidad de sobrevivir, a veces delinquiendo, etc.
La emigración de los países del Este se narra en El sudor de los ruiseñores, de Juan Manuel Cotelo, 1998, sobre un violonchelista rumano que llega a Madrid con el sueño de trabajar en una orquesta y ganar el dinero suficiente para poder traer a su esposa y a su hija; la de los emigrantes cubanos en Cosas que dejé en la Habana (1999) de Manuel Gutiérrez Aragón. En esta última, la mujer tiene ya una importancia sustancial, ya que narra la historia de tres jóvenes cubanas que buscan trabajo en Madrid donde viven con una tía. Es una interesante película a pesar de que los estereotipos se suceden en ella, tanto en lo que se refiere a las cubanas recién llegadas, que procurar una típica integración en el medio, la tía, que ha hecho simbiosis con el entorno, como los diferentes personajes españoles, que responden a etiquetas previstas.
En 1999, Iciar Bollain realizó Flores de otro mundo. Una caravana de mujeres –extranjeras y españolas- llega a un pueblo con el fin de establecer relaciones con los solteros de la población. Son varios los conflictos que se generan por las diferencias culturales y sociales entre las recién llegadas y los vecinos del pueblo. Es, posiblemente, la película en la que el problema de la mujer inmigrante, se ve con mayor realismo, sobre todo en lo que se refiere al poder masculino en las relaciones –incluida la violencia corporal- y a las dificultades de ser aceptadas sus diferencias por la cultura tradicional.
He citado más arriba la película del 2002, Poniente, de Chus Gutierrez, una historia de amistad y amor con el conflicto social de la emigración de fondo. Es una película de guerra, guerra de sexos, de culturas, de clases… que culmina en una gran batalla en la que pierde todo el mundo.
En el año 2005 el cine español ha tratado el problema de la mujer emigrante y su relación cultural, laboral y social desde diversos puntos de vista. Una interesante película es Princesas (2005), en la que Fernando León de Aranoa, director y guionista narra de forma esplendida la amistad de dos prostitutas de calle, una emigrante y otra española, luchando juntas en una sociedad que les da la espalda. También en 2005, Pedro Pérez Rosado ha realizado Agua con sal, en la que dos mujeres también, una emigrante y otra española, trabajadoras marginales e ilegales luchan por sobrevivir en un ambiente hostil.
Interesante es Un franco, 14 pesetas, de Carlos Iglesias, que en 2006 narra una historia de españoles emigrantes a Europa hacia 1960, en la que desmitifica muchas de las aseveraciones sobre la emigración de españoles que actualmente se tienen, así como del retorno a su país de estos emigrantes. Las dificultades de adaptación, la entrada sin papeles, los problemas, la necesidad de sobrevivir, a veces delinquiendo, etc.
En el 2002, Carles Bosc hizo Balseros. En el verano de 1994 un equipo de reporteros de Televisió de Catalunya filmó y entrevistó a siete cubanos y a sus familiares durante los días que preparaban la arriesgada aventura de lanzarse al mar para alcanzar la costa de los Estados Unidos, huyendo de les dificultades económicas que asolaban su país. Es una historia sobre los sueños frustrados por la realidad de la emigración fallida.
A destacar también el largometraje documental Pobladores, 2006, de la productora española «Tus ojos», dirigido por Manuel García Serrano, con una importante dimensión educativa.
A destacar también el largometraje documental Pobladores, 2006, de la productora española «Tus ojos», dirigido por Manuel García Serrano, con una importante dimensión educativa.
Es muy importante la película 14 kilómetros (2007), Espiga de Oro en la semana de Cine de Valladolid, de Gerardo Olivares, cuyo nombre le viene de la distancia que separa África de Europa, pero que también es la barrera que aleja los sueños de millones de africanos que piensan en España, Francia u otro país occidental como la única alternativa para huir del hambre y de la miseria. En África hay millones de personas cuyo único objetivo es entrar en Europa porque el hambre no entiende de fronteras ni de barreras. El éxodo es inexorable.
Fuente: Cine y migraciones. Emigración e inmigración en el cine. Enrique Martínez-Salanova Sánchez.
1 comentario:
LOURDES ERES UNA PELICULA MUY BUENA , MUY BUENA .... LA VERÍA MIL VECES ...
UN ABRAZO ,,,, FORZA , FORZA
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