Nadine Labaki muestra en su primera película, Caramel, la vida de un grupo de mujeres libanesas, sus inquietudes, conversaciones y vivencias. La historia, relatada con una sensibilidad digna de los premios que ha recibido en Cannes, mejor guión en 2007, y San Sebastián, premio del público, invita a reconciliarse con la idea de que en los países árabes la vida no es tan diferente de la nuestra. La peluquería del barrio, escenario principal en el que se desarrolla el film, es igual en Tenerife, Río de Janeiro y Beirut, como demuestra la promesa del cine libanés Nadine Labaki, que es a la vez actriz protagonista. Exactamente las mismas vivencias, con pequeños matices diferenciadores como la sociedad oriental que es al mismo tiempo irremediablemente occidental en el Líbano actual, acercan la vida de las protagonistas, a la vida de las mujeres de todo el planeta. La hipocresía en cuanto al sexo, la religión y los tabúes propios de cualquier sistema social, mezcladas con rulos, cortes de pelo y depilaciones del bigote, hacen de lo cotidiano un placer que nos deleitará a través de una música dulce, como el propio caramelo usado como cera depilatoria en muchos países árabes, para acabar reconciliándonos con el género humano a fuerza de mostrarnos que las preocupaciones diarias de todos, sea cual sea nuestra cultura, país o civilización, son las mismas. Alianza de civilizaciones, ésta sin talonarios millonarios de jocosas jequesas, ni reinas que financien películas por encargo, tejida a fuerza de historias humanas, las únicas válidas para lograr dicha alianza. La joven directora-actriz está formada por la Universidad de Beirut en Audiovisual y ha participado en la Bienal de Cine Árabe de París, cuna de realizadores de un cine emergente, que quiere contar cosas cotidianas, huyendo del fenómeno de Hollywood convertido en máquina de propaganda de una civilización única, que da vueltas sobre si misma, en sus agónicos filmes, alimentados por mucho presupuesto y actores blindados pero poco creíbles en cualquier papel que interpreten. Ninguna de las actrices de Caramel es profesional, lo que hace sus interpretaciones mucho más sorprendentes. Vecinas, secretarias de dirección, mujeres al fin y al cabo, a ritmo de tango, en un Beirut con sabor francés y una gitana de plástico, souvenir español con traje de volantes y guitarra, encima de la televisión. Por cierto, no sé si saben que, el Líbano fue uno de los primeros países del mundo en tener televisión, allá por los años cincuenta...
1 comentario:
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