Escucharon, leyeron, adoptaron
de madrugada una canción
una marcha ancestral de resistencia
de confraternidad
de esfuerzo insoslayable
un deseo absoluto de infinitud.
Por sus cabellos, por sus uñas
a través de sus poros
absorbieron aquel rocío
hasta su válvula mitral.
Entonces reflexionaron
en un momento ensimismados.
Luego se levantaron
ellos, ellas, los niños, los mayores
y abandonaron el caparazón
las frustraciones, las incertidumbres
y se echaron a caminar
para encontrar a sus vecinos,
a sus amigos, sus desconocidos
sus conciudadanos.
Llegaron y se sentaron
en la gran plaza circular
rectangular, oblonga
sumamente entrañable.
Aquí nos encontramos celebrando
una gran fiesta, una tremenda
bacanal de palabras.
Olvidamos el fútbol
los zapatos de moda, el botellón
y las eternas controversias
de unos y otros en el telediario
para acabar en pernicioso acuerdo
chupándonos las vísceras.
En nuestra fiesta de palabras
las palabras saltan en volteretas
las reflexiones planean sobre nuestras melenas
las dudas juegan al escondite
y se disuelven con la luz
las contradicciones suelen dormir la siesta
y se despiertan sosegadas.
Aprendemos y enseñamos muy ávidamente
siempre a una marcha bien parsimoniosa.
Todos y todas preparamos las comidas concretas
y desechamos las basuras abstractas.
Escribimos pensares
y pintamos imaginaciones.
Somos demócratas, pacíficos utópicos.
Sabemos que se puede llegar.
Habrá que remontar muy escarpadas cordilleras.
Pero nos vamos acercando.
Algún día
este engranaje que nos aplasta ahora
será el recuerdo de una pesadilla.
Y bailaremos impregnados
al son y al aire de este rocío circular.
Autora: Julia Gil
Fotografía: Aarón Moreno Borges
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