domingo, 11 de septiembre de 2011

15 M



Escucharon, leyeron, adoptaron

de madrugada una canción

una marcha ancestral de resistencia

de confraternidad

de esfuerzo insoslayable

un deseo absoluto de infinitud.


Por sus cabellos, por sus uñas

a través de sus poros

absorbieron aquel rocío

hasta su válvula mitral.

Entonces reflexionaron

en un momento ensimismados.


Luego se levantaron

ellos, ellas, los niños, los mayores

y abandonaron el caparazón

las frustraciones, las incertidumbres

y se echaron a caminar

para encontrar a sus vecinos,

a sus amigos, sus desconocidos

sus conciudadanos.


Llegaron y se sentaron

en la gran plaza circular

rectangular, oblonga

sumamente entrañable.


Aquí nos encontramos celebrando

una gran fiesta, una tremenda

bacanal de palabras.


Olvidamos el fútbol

los zapatos de moda, el botellón

y las eternas controversias

de unos y otros en el telediario

para acabar en pernicioso acuerdo

chupándonos las vísceras.


En nuestra fiesta de palabras

las palabras saltan en volteretas

las reflexiones planean sobre nuestras melenas

las dudas juegan al escondite

y se disuelven con la luz

las contradicciones suelen dormir la siesta

y se despiertan sosegadas.


Aprendemos y enseñamos muy ávidamente

siempre a una marcha bien parsimoniosa.

Todos y todas preparamos las comidas concretas

y desechamos las basuras abstractas.


Escribimos pensares

y pintamos imaginaciones.


Somos demócratas, pacíficos utópicos.

Sabemos que se puede llegar.

Habrá que remontar muy escarpadas cordilleras.

Pero nos vamos acercando.


Algún día

este engranaje que nos aplasta ahora

será el recuerdo de una pesadilla.

Y bailaremos impregnados

al son y al aire de este rocío circular.


Autora: Julia Gil


Fotografía: Aarón Moreno Borges

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