domingo, 22 de mayo de 2011

UN DÍA ELECTORAL EN MI CIUDAD





Salgo a la calle y me encuentro con una ciudad inundada de caras sonrientes. Caras llenas de photoshop, maquillaje y estilismo. Caras que esconden imputaciones y más de lo mismo por ocultar. Es el momento en el que el político salta la verja de su despacho y sale a la calle para mostrarnos su lado más humano...humilde...fraternal...deberíamos saber si conocen el sentido de cada una de estas palabras...o por el contrario, sienten como se las lleva el viento desde su descapotable de lujo, diseño y miserias.


Vemos a nuestros representantes sirviendo la comida a los ancianos de los barrios, quizás ocultando con asco el baberío de sus besos llenos de entusiasmo. Nos sorprende cómo aparecen en lugares inundados de desdichas y catástrofes, pero tras las fotos de rigor, se sacuden sus zapatos polvorientos de artimañas y se lustran el ego masajeado por sus lameculos de chequera.


Me fascina ver cómo cuadrillas de peones barren las calles y arrancan con ansias los rabos de gato de las flamantes carreteras recién asfaltadas, cómo las rayas blancas e inmaculadas brillan impolutas tras su nuevo vestido de pintura, cómo pintan fachadas, arreglan muros, bajan los gatos de escayola de las copas de los árboles y ayudan a cruzar calzadas a invidentes de papel maché.


Pero lo que verdaderamente me sorprendería, es ver cómo mi político de turno aparca su utilitario a cinco manzanas del humilde ayuntamiento, y recorre a pie la ciudad proveedora de suelo descarado. Deseraría ver cómo hace malabarismos para comprarle a su hijo unos zapatos para ir al colegio público de la barriada porque necesita sustituir su par gastado y roto. Quisiera saber cómo le explica al casero de su exclusivo chalet que está esperando a que le paguen un trabajito que hizo para poder seguir viviendo bajo techo. Me muero por comprobar que siente al ponerse la ropa usada y anticuada, que unos buenos vecinos le entregaron con amor humanitario para poder pasar este frío insano.


No. Esto no lo veremos jamás.


Los encontraremos entrando y saliendo del club perseguidos por fornidos guardaespaldas, sacando de sus bolsillos de marca una magnífica cartera de piel repleta de papelinas de colores...acudiendo a teatros, inauguraciones, procesiones, estrenos y plenos al mejor estilo circo romano.


Jugarán durante cuatro años a escupirse entre ellos bilis y culebras por la boca, a empujarse por escaleras de improperios, verdades, mentiras y distorsiones. Comerán del mismo plato cuando les guste el manjar ajeno y se mearán unos a otros cuando el manual de procedimiento así lo indique.


Hoy, un joven en la Rambla de Pulido miraba al suelo escondiendo la vergüenza de sus sueños esparcidos sobre excrementos de políticos, mercados y consumo. El muchacho vestía bien, seguro que ese día había provado la ducha, más no sé si bocado. Sentado en el suelo sucio de la calle y apoyado en una pared cualquiera repleta de orines de perro, sólo tenía fuerzas para sujetar un cartel escrito con buena caligrafía:


"Sólo quiero trabajar"


Siento escribir estas letras...Aquí nadie se hace rico a fuerza de trabajar...Espero que la dulce gomina un día les arranque el pelo, igual así se esparce la mierda de sus cerebros y la percepción de sus iguales se hace más realista.


Autora: Isabel Cabrera.

Fotografía: Aarón Moreno Borges.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Llevas mucha razón en todo lo que escribes, los politicos solo se acuerdan cuando precisan el voto de la gente, tienen abandonados los barrios,el paro es implacable y las soluciones mientras gobiernan no llegan........ pero por misterio cuando se trata de pedir el voto hacen todo tipo de promesas y ofrecen todo tipo de soluciones.... Al final todo es una mentira, solo se trata de mantener ese despacho y de poder pisar moqueta otro cuatro años..... lamentable.....

Aarón dijo...

Gracias por tu aportación, estoy de acuerdo contigo. Isabel, una vecina de Santa Cruz así lo siente y así lo manifiesta. Ella es la que ofrece su punto de vista, así consta.

Un cordial saludo.