domingo, 15 de mayo de 2011

ROSARIO



Cuando Jorge me habló de ella, ya era tarde para conocerla. Una bala a quemarropa había puesto fin a su vida, una vida siempre complicada, de mucha acción en un mundo que no estaba preparado.


Todo empezó en Bogotá, dónde si no. Caminábamos por una de las entrañables calles del barrio de la Candelaria, en la Bogotá de siempre, aquélla que parece recordar tiempos mejores, y no en la zona nueva donde hoy plantan rascacielos al modo yanqui que aquí nunca pudo ser. íbamos en busca de un local que nos pudiera ofrecer un plato típico hecho a la manera de antaño. "Como lo hacía mi abuela", me decía.


No recuerdo bien cómo salió el tema, posiblemente relacionado con su ciudad natal, Medellín. Me la describió de tal forma que a mí me pareció un campo de fútbol. Un estadio en el que no era lo mismo vivir en las gradas que en el terreno de juego. Claro que no. Cómo va a ser lo mismo. Ser de la zona verde te dotaba de una posición favorble, de protagonista, envidiado por el resto de la ciudad. Estar en la grada, en cambio, hacía la vida más difícil. Hay que pelear por el mejor lugar para poder observar lo más decentemente posible. El único pero de mi teoría es que una vez que eres público, es preferible situarse de espaldas al campo, posicionarse detrás de las gradas para escapar del bullicio en lujosas mansiones.


Rosario, cuando la Fortuna le eligió familia, no tuvo suerte. Le tocó vivir en la montaña, sin padre, sola con su madre en la grada. No le fue fácil salir adelante. Siendo aún niña la violó alguien del combo de Mario Malo.


Recién cumplidos los trece, se vengó. Con unas tijeras un día le cortó a su violador lo que tanto daño le había hecho. De ahí su apodo, la Tijeras. Pronto aprendió que en su mundo debía dar antes de que la golpearan. Se hizo con un arma y demostró que una mujer también podía sobrevivir en los suburbios de Medellín, en sus gradas. Se hizo respetar en un ambiente de drogas y corrupción. Consiguió aliarse con los narcos para mejorar su vida, seguir respirando en el vertedero en que se había convertido todo lo que la rodeaba.


Ella enterró a su hermano Johnefe, respetado y temido a partes iguales en su barrio, y a su chico por momentos, Ferney, que también había perdido tras arriesgar demasiado en el bajo mundo colombiano. Junto a ella quedaban Antonio y Emilio, afortunados de la clase alta que podían vivir detrás de las gradas sin inmutarse por el precio de la leche. Ellos fueron los que pasaron a su lado sus últimos años de su vida, a pesar de sus presiones familiares que lo desaconsejaban. Ellos fueron los encargados de extender su historia, de hacerla pública como una mártir a la que la suerte le fue esquiva.

Así me lo contó Jorge, con su mirada nostálgica, sus pausas llenas de sentimiento. Así me trasladó a Medellín, entre sus palabras, inmerso en cada frase que contaba. Así conocí la historia de Rosario Tijeras.

Autor: Javier Rivero Grandoso, relato publicado en la revista universitaria "Puzzle de sombras, nº1, año 2009.
Modelo: Sarai Fajardo
Fotografía: Aarón Moreno Borges

3 comentarios:

Maeva dijo...

Muy bueno Aarón, enhorabuena a su autor, leyendo esta historia no parece que sea real, por la manera en que la cuenta.
Me dieron ganas de ver la peli otra vez, a pesar de lo dura que es.

Besos!

Aarón dijo...

Gracias Maeva, se hace extensible tu enhorabuena al autor del relato. Lo enfocó desde otra manera de tratar la historia de Rosario. La pelicula la vi hace un tiempo, y es dura pero demuestra una realidad que perdura todavía a día de hoy, por desgracia.

Un abrazo grande Maeva.
Hasta pronto compañera.

Camila dijo...

Mientras buscaba apartamentos en rosario para ir con mi familia, encontré tu blog, y la verdad me gusta mucho tu publicación. Siempre disfruto de literatura, y mucho mejor si además se hace la película del libro