domingo, 24 de abril de 2011

¿QUÉ NIÑOS QUIEREN A SUS ABUELOS? ¡YO NO QUERÍA A LOS MÍOS!



Estas frases dichas por alguien muy cercano estallaron en mi mente y el mundo empezó a rompérseme. ¿Cómo era posible? ¿Qué había pasado? ¿Cuál había sido la transformación entre mi mundo y el suyo para que esto sucediera?


Me puse a reflexionar y creí haber encontrado el puente -que no camino- para que esta situación se hubiera producido. "Mi mundo" era un mundo pequeño, muy pequeño, que se desenvolvía alrededor de la familia, padres, tíos, primos, abuelos...Si tu madre no estaba ibas a casa de tu abuela, y si no a casa de tus primos y de allí volvías a la tuya. Éste circulo más los amigos y vecinos del barrio eran todo tu mundo. Seguíamos muy de cerca los acontecimientos de la vida de la familia, amigos y vecinos: sus nacimientos, sus noviazgos, sus bodas, sus enfermedades y sus muertes.


Nadie tenía coche, excepto tres privilegiados, pero tampoco era necesario porque todo lo tenías en tu entorno. Ibas a misa los domingos por la mañana, después a pasear a la plaza y por la tarde al cine. Los demás días, después de hacer las tareas del colegio, salías a la calle a jugar hasta la hora de cenar. Tus padres tenían su trabajo muy cerca de casa. No hacían falta transportes de ninguna clase.


Tampoco había televisión y las pocas personas que podían permitirse tener una radio se limitaban a escucharla por la tarde o por la noche, cosa que a los niños no nos interesaba.


Pero la ciudad fue haciéndose muy grande. La familia, los amigos y los vecinos empezaron a dispersarse. Vino la televisión y cada quien comenzó a ensimismarse delante o alrededor de su pantalla. Los viejos afectos fueron diluyéndose. A veces te encontrabas a alguien por la calle y te ponías al día sobre cómo iban las cosas entre todos aquellos que formaron nuestra niñez y juventud, pero...con las distancias llegaron los coches. Tenías que comprarte un coche, porque todo se te estaba quedando muy lejos. Y ya dejaste de ver a "alguien" porque ibas concentrado en tu ruta...


Me pareció entender por qué se había producido aquel cambio. Las distancias, la televisión y los coches habían propiciado el cambio: los abuelos vivían lejos; de los primos se supo al principio, luego ya no, y de los amigos del barrio nunca se volvió a saber. Los afectos se fueron enfriando hasta desembocar en ¿quién quiere a sus abuelos...?


¿Mejor o peor? No lo sé. Diferente pero real. Solo que cuando eres abuelo te alegra que tus nietos no sufran tu pérdida, pero echas de menos no disfrutar del amor que tú le diste a los tuyos.


Autora: Consuelo Naval Pérez (Santa Cruz de Tenerife)

Fotografía: Aarón Moreno Borges

4 comentarios:

Will dijo...

Te sigo y te leo compañero. Gran entrada ésta, bellísimo el poema de antes. Poco a poco me voy 'viciendo' a tu dinámica. Nunca lo dejes.

Aarón dijo...

Gracias compañero por ambas cosas, cualquier empujoncito de personas observadoras ayuda bastante, y al conocerte se de antemano que no hay ninguna "pelotudez" en lo que escribes. El mérito en este blog no es mío sino de las historias que aquí se cuentan, de sus protagonistas en clave de ficción y en el ramillete de autores que lo firman, algunos de los cuales tengo la suerte de conocerlos, y me facilitan "injertar" sus inquietudes aquí, sin cortapisas hasta ahora.

Por cierto, tu blog musical no tiene desperdicio, y ahora con las rancheras...que diversidad de estilos escoges cada semana...me encanta, la música es algo fundamental en nuestras vidas, ...¿qué haríamos sin ella?...

Un abrazo fraternal "Bastet", pronto nos vemos. Gracias por dar una vueltita por aquí.
Procuraré cada semana asomarme a esta ventana a respirar aire puro.

LadySuchard dijo...

Me ha encantado este texto, muchas felicidades por él.
Me siento identificada porque aunque por pocos años yo tuve el privilegio de vivir en esa época en la que podía jugar en la calle sin que mis padres se preocupasen por nada, en la que una bici o un balón eran el mayor lujo del mundo y mis primos y sobre todo mis abuelos mi gran familia.
Un abrazo.

Aarón dijo...

Exacto, resbalé y caí en ese estilo de vida en mi infancia, y no hace mucho, incluso ahora mismo cuando corren malos tiempos para las economías domésticas...Dar valor a lo humano, acercarte a lo cotidiano, e incluso dar mucho sentido a lo chiquito es fundamental para tener un ensanche de mentalidad y propiciar mayor empatía en cosas para muchos banales e insípidas. Asi pienso todavía...

Un abrazo compañera, siempre agradecido de que te asomes y opines en este blog.