domingo, 3 de abril de 2011

LA MISA DE OCHO


Durante años había ido a misa. Los domingos. A misa, en un país católico. A misa en el pueblo del "cura con paraguas". La eterna sotana, la eterna lluvia, la eterna humedad. A misa en una ciudad con obispo, conventos y universidad... A misa con olor a vela y a incienso.


Durante largo tiempo confesé y comulgué...¿por tradición?, ¿por inercia?, ¿por fe religiosa?. Un día descubrí que lo hacía por los ojos de una mujer. Yo, que era remiso a levantarme temprano, que odiaba ser madrugador, que vivía más por la noche, entre tazas de café y libros de química. Yo, que poco a poco caía en la cuenta de la falta de libertad en que vivíamos, por culpa del Dictador, seguía yendo al templo de siempre... cada mañana, temprano, de cada domingo, semanas, meses...


Entraba, tocaba con un dedo el agua fría de la pila, hacía tres cruces rituales y, casi de puntillas, me iba a un banco. Y me arrodillaba. Algo más adelante estaba ella. Con sus trenzas, con sus ojos grandes y hermosos. Nunca le hablé, nunca oí su voz, nunca estuve a su lado. Debí estar entonces fuera de mí, trastornado, transformado por la droga de su mirada.


El misterio, contemplado desde lejos, es más misterio. Y el misterio atrae. ¿Quién resiste a su llamada, a su voz, a su rostro oculto? ¿Quién a lo idealizado en nuestro pecho?


Los bancos donde me arrodillaba cada mañana de cada domingo para contemplarla en silencio no existen ya, ni el púlpito ni los "kioskos" de la confesión, ni los altares con los santos. La iglesia ardió un buen día. Entre las cenizas debe hallarse todavía un montoncito de recuerdos amorosos, y un temblorcillo de enamorado debe agitar de vez en cuando el polvo donde yo creía orar a un Dios que permite la miseria, el hambre, el sufrimiento y la muerte de inocentes.


No, nunca supe su nombre...pero su rostro, su cuerpo, sus largas trenzas, su juventud, están aún en mí, muy dentro, envueltos en olor de incienso y cera caliente.


Autor: Salvador de Armas Pérez (Idar-Oberstein, Alemania)

Modelo: Flor del Desierto

Fotografía: Aarón Moreno Borges

2 comentarios:

LadySuchard dijo...

Que hermoso texto... cuándo era más joven solía visitar la iglesia con frecuencia pero a medida que crecí y entendí el mundo que me rodeaba quede un poco decepcionada con Dios o quizás con la humanidad misma.

Aarón dijo...

Gracias LadySuchard, a medida que creces dejas atrás cosas pero todavía hay mucho camino que seguir...así de simple y así de complejo cuando te sometes a ello...
Comparto tu reflexión.
Un abrazo fraternal.