sábado, 18 de diciembre de 2010

"SECRETOS QUE DUELEN".


SECRETOS QUE DUELEN


Hacía medio año que Claudia se había marchado de la pequeña localidad en la que se crió para trasladarse por motivos de trabajo a una gran ciudad lejos de allí.


Los que la conocían no entendían por qué, de la noche a la mañana, hizo su maleta con sus cosas y se marchó sin decir adiós. Ese mismo año había terminado sus estudios de administración con éxito, lo que la había apartado de su pandilla con la que apenas salía para quedarse a estudiar en casa. La Claudia de ahora no era tan diferente de aquella chica asustada que se marchó al amanecer por mucho que se esforzase en parecer diferente.


Esa mañana era fiesta local y no tenía que acercarse a la oficina, por lo que había aprovechado para hacer recados en la capital, donde residía. Había ido al banco, hecho la compra y se dirigía al último de los destinos apuntados en su escueta lista de tareas, aunque jamás habría podido olvidarlo.


Había pasado toda la noche en blanco decidiendo qué contar a su madre en la primera carta después de seis meses ¿Qué pensaría ella? ¿Creería tal vez que la había olvidado? Siempre hubo un vínculo muy fuerte con su madre y le dolía en lo más profundo pensar que pudiera haberse roto con su repentina marcha.


En apenas cuatro hojas había tratado de expresarle sus sentimientos sin tener muy claro lo que quería y se atravía a expresar.


Absorta en sus pensamientos se encontró frente a la inmensa oficina de correos que se le antojaba fría e impersonal. Entró con resolución y sacó número mientras esperaba su turno en las ventanillas de "envíos".


Media hora y catorce números después se acercó a la ventanilla que gestionaba una mujer madura de forma rápida. Ella esperaba no enturbiar su productividad pues apenas calculaba dos minutos para pedir un sello y enviar la carta.


_Buenos días -dijo Claudia mientras la funcionaria sonreía de forma ensayada-. Quería un sello para esta carta.

_¿Normal o certificada?

_Normal supongo -Contestó sin demasiada resolución-.

_Son treinta y dos céntimos, por favor. -Contestó la empleada pegando el adhesivo correspondiente en la carta y esperando el importe antes de guardarla en la saca-.

_Aquí tiene, muchas gracias.

_¡Espere! -Claudia ya había corrido un par de metros cuando la mujer del mostrador la llamó- Ha olvidado usted indicar el remite.

_Ya, bueno, es que preferiría que no apareciese ningún remite...-Contestó ella agachando la cabeza-.

_Mire- La sonrisa de aquella mujer se había tornado más sincera al ver los ojos llorosos de la muchacha-, es obligatorio que usted ponga una dirección si quiere que le envíe la carta desde aquí, pero si la carta llega a su destino nadie va a ir a comprobar si el remite que usted pone es o no el correcto. ¿Me entiende?- Preguntó la mujer con un guiño de complicidad-.

_De acuerdo -Contestó cuando Claudia terminó de escribir una dirección improvisada- pues en un par de días calculo que llegue su carta. Buenos días.


Cuando salió a la contaminada avenida respiró profundamente como si saliera de un lugar con un aire más viciado todavía.


Varias paradas de autobús después llegó hasta su casa y cerró la puerta de un portazo. Parecía increíble que algo tan cotidiano como aquello se le hubiera hecho tan cuesta arriba después de seis meses.


Sobre la mesa de Ikea de su apartamento alquilado todavía se encontraba el borrador de la carta que acababa de enviar. No contenta de lo perfecto del contenido y de su mensaje se decidió a reelerla.


Hola Mamá ¿Cómo estás? hace bastante tiempo que no nos vemos y quería decirte
que todo me va muy bien en mi nuevo trabajo. Esta mañana le dije al anterior jefe
un par de verdades que hasta ahora no me había atrevido a decir, aún no se por qué
no se lo había dicho antes porque me había quedado relajadísima.


Ahora trabajo en una oficina, aunque no sé si eso ya lo sabías porque me encontré con
tu amiga Lourdes ayer y me estuvo poniendo al día de tus cosas y también me contó
que estaba sola, sin apoyo de la familia, y que necesitaba empezar de cero porque todos
no habían entendido su año sabático de vacaciones por ahí -¡qué suerte!- mientras
sabían lo que pasaba.


En la oficina hay mucho trabajo y con frecuencia me toca salir a hacer recados. Ayer
me fui muy rápidamente y pareció que no quería dar explicaciones a nadie, pero es que
llegó un fax que tenía que enviar por correo certificado en 5 minutos (¡casi no llego!) y
es más complicado de lo que parece explicarme cuando me siento tan presionada.
Al final llegué a correos y todo arreglado.


¿Cómo están mis hermanos? Lo mismo se han olvidado de su hermana mayor, como
están en plena adolescencia imagino que sólo pensarán en chicas y en salir por ahí con
amigos. Ahora me verán de forma diferente, estoy segura, no sé si entenderán que
cuando ellos dejen de estudiar estarán liados como yo y que es bueno que no vayan a
abandonar los sueños por los que uno lucha toda una vida, como les dije tantas veces,
por un par de faldas. Que a mi también me gustaba salir de marcha al principio y que
ha sido más duro de lo que pensaba.


¿Cuándo empiezan el curso? Imagino que a mediados de septiembre, dentro de poco.
Cuando se gradúen estaré muy orgullosa, no creo que pueda asistir pero los veré
trajeados y formales en las fotos que me mandes. Guardo las fotos en una caja grande,
escondida, para que nadie pueda verme.
¡Ya sabes que no me gusta que vean mis fotos de cuando era pequeña...!
¿Y tú cómo estás? Dejarte atrás ha sido lo que más me ha dolido, lo sabes, pero ya no
aparecen oportunidades de trabajo como la que ha surgido y tenía unas ganas que no
podía aguantar más. He querido contarte muchas cosas este tiempo que no te he escrito
pero con mis nuevos amigos y mi nueva vida ha sido todo muy rápido, muchas fiestas
durante todos estos meses pasados. Supongo que te mereces una explicación de por qué
ya no contesto al teléfono pero es que me lo robaron cuando lo dejé en un probador y
me marché sin mirar atrás. No es un comportamiento normal por mi parte porque
suelo ser muy cuidadosa con mis cosas, pero estaba entusiasmada con las rebajas. Ya
no lo entiendo ni siquiera yo.
Las tiendas son fabulosas, hay grandes almacenes que son auténticos museos.
Recuerdo cuando mis amigas del pueblo me decían que me tenía que callar y no se
hablaba bien gente de la ciudad, que era una remilgada y una pija. Que un traje no
debía llamar la atención. Me alegro de no haberles hecho caso.


Ahora soy una orgullosa chica emancipada. Antes en casa me sentía un poco parásito
aunque no he haya atrevido a decírtelo nunca por miedo, la verdad es que abusaba
de tu hospitalidad. Yo aprovechaba para estudiar mucho y que estuviera orgulloso de mi
mi padre de mí cada vez que volvía a casa y me encontraba. Esos fueron los días más
felices de mi vida. Me da pena pensar, sin embargo, que a veces enfadada te dije cosas
horribles, y me he arrepentido mucho jurándome que nunca más volvería a pasar
porque una madre no se merece que su hija le conteste de esa manera, por lo que debo
y tengo que hacer algo para evitarlo. Creo que al marcharme os puedo demostrar
lo bien que me habéis educado, como me valgo por mí misma y que ahora ya hago bien
las cosas que no estaban bien.


Por ahora no tengo novio pero estoy conociendo a mucha gente, aunque en realidad no
estoy buscando a alguien en quien confiar, porque los nuevos amigos que tengo son
geniales, puedo confiarles mis más profundos secretos o hablar también de cosas muy
intrascendentes y vanales. Tú siempre fuiste mi mejor amiga pero no puedo contarte
los detalles tontos de las bromas que lío porque estás lejos, a mis amigas les explico
los motivos reales, por qué hago lo que hago. Siempre se me pone una cara muy seria
pero luego me parto de risa porque los chistes me hacen a mi gracia antes que a ellas
e incluso se me caen las lágrimas.


En la próxima carta ya te contaré alguna batallita para que también te rías un poco.
Te alegrará saber que he recuperado el buen humor aunque hay cosas que todavía no
entiendo, supongo que el sentido del humor en cada ciudad es algo diferente y a mi no
me hace gracia. La gente dice que soy bastante reservada pero eso es que no conocen
mi forma de ser, ahora que me he integrado la gente es muy agradable y solidaria con
mis problemas.
Tal y como te describo mi trabajo te darás cuenta de que estoy muy integrada aquí.


Bueno Mamá, te contaría miles de millones de cosas pero ya sabes que siempre tengo
cosas que hacer. Cuando pienso en que tengo que limpiar a fondo la casa es que me da
miedo. Pensar en todas estas cosas es lo último que necesito ahora que vivo sola, pues
lo más fácil sería contratar a alguien que se ocupase de la limpieza, pero ese gasto
se me hace muy duro. Ojalá estuvieras aquí para darme consejos, me siento perdida
llevando sola la casa por primera vez, seguro que Papá y tú queréis que vuelva a casa
pero no puedo volver.


Espero que te haya gustado mi carta. Parece frívola pero dice más de lo que parece.
Tú siempre has sabido leer cada una de mis palabras e interpretarlas y verás que ahora
valoro mucho los días en vuestra casa, Mamá, pero que me he hecho mayor y ya no
necesito tu ayuda. Papá siempre ha pensado que soy su niña y quiero demostrarle mi
independencia. Dile de broma al peque que ahora ha invadido mi habitación le
odio profundamente. Ahora vivo en el lugar donde siempre he dicho que quería estar,
y mi habitación es más grande y más bonita que la suya, aunque si quiere venir a jugar
sabréis donde encontarme.


Dale recuerdos de mi parte a mis amigas si las ves por el barrio, a Papá un abrazo,
dales a mis hermanos un beso enorme y a ti todo mi cariño.


Cuando terminó de releer la carta le pareció demasiado larga, demasiado simple y demasiado complicada. Se desanimó al pensar que no lograría que su madre la entendiera al leerla y lloró en el sofá hasta quedarse dormida.


Una semana más tarde la rutina casi había hecho olvidar a Claudia su carta. Terminó de trabajar y salió algo más tarde cuando hubo terminado todo el trabajo pendiente, como acostumbraba, y se dirigió hacia el ascensor.


Cuando salió de la oficina en dirección al parking escuchó una voz muy familiar a sus espaldas.


_¡Hija...!


Apenas tuvo tiempo de girarse cuando vio a su madre acercarse a ella con los brazos abiertos y apretarla con mucha dulzura mientras ambas lloraban.


_¡Mamá! ¿Cómo me has encontrado?

_Al principio no comprendí tu carta. Confieso que me alegré al leer que eras feliz pero no entendí tu carta porque no era la forma de expresarte que sueles tener tú. He leído esa carta muchas veces, hija, hasta que una de ellas comprendí el mensaje que habías querido dejarme cuando por error me salté una línea y me di cuenta de que el verdadero mensaje se encontraba escondido en las líneas impares.


Claudia bajó la vista avergonzada.


_No te avergüences, mi vida. Soy yo la que debería haberme dado cuenta del horror que me explicabas en tu carta, de la incomprensión de los demás, del dolor de tu silencio y del verdadero motivo de tu marcha.


Quiero que sepas que ya nadie va a volver a hacerte daño. Tus hermanos están con tu tía Raquel estos días que he estado buscándote y he llevado el caso a los tribunales.

Solo quiero pensar que no es demasiado tarde. Que en esas líneas que impares escondiste en tu carta, todavía queda algo de la confianza en algún momento perdimos y que recuperaré por recuperar.


Recuerdo cómo decías de pequeña que siempre querías vivir en esta ciudad y por aquí empecé a buscarte. He recorrido todas las gestorías hasta que hoy me han confirmado cuando llamé, que trabajabas aquí. Llevo esperándote más de dos horas, pero no sabías como te tomarías al verme...


Y rompió a llorar en los brazos de Claudia mientras estrujaba en su puño la carta que hacía apenas unos días le llegó, con el nombre de su hija que escribía desde la "calle de la libertad".


Autora: Nuria Calvo Flores.
Fotografía: Aarón Moreno Borges.
IX Certamén de Relatos Breves "MUJERES" 2009.
Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.
*Modalidad Mayores de 16 años, Cuarto Accésit de Publicación.



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