domingo, 12 de septiembre de 2010

ENTRAÑABLE "CARTA AL DIRECTOR", PUBLICADA EN EL PERIÓDICO "EL DÍA", ESCRITA POR VENTURA PÉREZ.


Una casita de tejado rojo
Desde que ella lo conoció por el extraño medio de la epístola (yo no dudaría en erigir un monumento al cartero anónimo, al cartero portador de amor), ya no se encontraba tan sola como antes, aunque, la verdad, sola seguía.´

No era poca la distancia entre los dos: ella, en un barrio de Santa Cruz, y él, con todo el Atlántico por medio, en Venezuela (¿a qué otro lugar podría ir un canario que opta por dejar la "jaula"?) Ambos, sin embargo, se afirmaban en sus cartas que estaban juntos, uno al lado del otro... Ya sabemos que esto de acortar distancias es uno de los privilegios del amor.

Se conocieron por fotos y, benevolentes, insistían -¡otro privilegio más del amor!- en adornarse mutuamente con todas las virtudes y todos los encantos imaginables, frutos de sus continuos ensueños.

Ella, nacida en La Orotava, donde hay algo más que flores, y él, en un pueblecito ribereño del sur de la Isla, optaban para el futuro, una vez casados, por un hogar con escena campestre, humilde; mejor, una casita con alpende y tejado rojo, como las que se ven el borde de la carretera del sur, cerca de los molinos de viento... Sin duda alguna, con esta arquitectura rústica, se hacían los dos partícipes de un telurismo ancestral. Ambos, también sentían innata antipatía por los artificios de la capital, con lo que delataban, una vez más, su oriundez pueblerina.

Lo más sorprendente en sus relaciones fue que tanto los proyectos de Elena como los de Vicente, su novio, pese a haber surgido en ambiente ideal, coincidían por su sencillez y fácil realización. Todo, en vez de castillo en el aire, venía a quedar resumido para ellos -como digo- en el logro de esa casita campesina, tranquila, con tejado rojo.

Ella, la verdad, soñaba, pero no al modo cursi que lo hacía aquella princesa enamorada que moría de pena. Cierto que sus "...suspiros escapaban de su boca de fresa" (que me perdone el nicaragüense, pero es que su "Sonatina" viene muy a propósito para un amor por correspondencia), mas salían sin tristeza. No, porque en todas sus cartas afirmaba a Vicente que se sentía muy feliz, alegre y que buena parte de los días la pasaba cantando. Una prueba de este optimismo amoroso es el siguiente párrafo manuscrito de Elena -¡la humilde y sencilla Elena!-, en una carta que llegó a mis manos sin saber cómo:

"Vicente de mi alma tus cartas me dan vida, y me hacen muy feliz, pues mis ánimos estaban por los suelos, pero desde que te conozco soy otra. Tú has logrado en mí un cambio que hasta estoy asombrada, pues de vez en cuando me pongo a cantar...".

A veces, Elena se sentía tan ligera, tan aérea (que me perdone de nuevo Rubén), que hasta quería también "...ser golondrina,... ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar...".

Y Vicente, por su parte, en Caracas, aunque no príncipe azul ni mucho menos, sí se sentía, pensando en Elena, un auténtico caballero feliz "que la adora sin verla".
Quede el final de ese enamoramiento a la elección de la imaginación del lector. "Ni alfa ni omega; la melodía que sigue...". Quizá -y esto es ya pretende finalizar "a lo rosa"-, Elena y Vicente vivan actualmente unidos en cuerpo y alma con felicidad, en la casita aquella de tejado rojo que tanto ansiaban. Mas, por si acaso: "en la puerta de nadie no toque nadie, porque nadie sabe cómo está nadie...".

¡Pena que el gran Ortega y Gasset (como todos sabemos fue enemigo de todo tipo de correspondencia), con lo cálidamente humano que era, no dedicara, en su "Estudio sobre el Amor", un comentario filosófico o literario -que en este último campo también resultó casi único- al amor por correspondencia... con un cartero anónimo de barrio, como parte integrante de esta clase de amor.

Ventura Pérez
MONUMENTO AL EMIGRANTE CANARIO.
ESCULTOR: FERNANDO GARCÍARAMOS.
INAUGURACIÓN: 3 DE AGOSTO DE 1990.
INICIATIVA: ASOCIACIÓN CULTURAL "CHICHARROS MENSAJEROS"
TÍTULO: "EMIGRANTE"
UBICACIÓN: Municipio de Garachico, norte de Tenerife.
Fotografía: Aarón Moreno Borges.

No hay comentarios: