Quería ser un señor incomprendido, pero sus trasnochadas reflexiones calaban en la mayoría de su audiencia.
Quería ser un señor incomprendido, pero cuando decía que uno más uno era once, esa multitud acataba su operación matemática sin rechistar.
Quería ser un señor incomprendido, hizo todo lo inmoral que sus primigenios impulsos le permitieron, y sin embargo su fielato aplaudía sus deplorables actos.
Quería ser un señor incomprendido, admitía que su piel adquiría un tono rojo lávico, y su grupo acérrimo, sin pensarlo dos veces, rasgaron sus vestiduras y tiñeron sus manos de depravación lunática.
¡¡Soy un señor incomprendido!! dijo con severo convencimiento, y así fue como sus amigos lo ignoraron para siempre.
Autor y fotografía: Aarón Moreno Borges
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