domingo, 13 de junio de 2010

ZULEIMA, ARENA Y SAL






Somos engañados por la apariencia de la verdad.
- Horacio

Al llegar a Midlet, el cansancio pudo vencer mi desasosiego y me quedé dormida susurrando una nana que solía cantarme, Zoraide de niña. A la mañana siguiente, tomé un taxi hacía Merzouga , el pueblo más cercano al desierto de Erg Chabbi. Mientras me relajaba pensando que pronto estaría abrazando las dunas, dejándome envolver por ellas.

Sabía que muchos tuareg se dedicaban a hacer rutas por el desierto con los turistas. De hecho en el hotel donde me hospede, me preguntaron que si quería compartir con ellos el día de excursión. Les di las gracias, y les comente que por el momento no estaba interesada en recorrer el desierto. Lo cual no era cierto, ya que en cuanto atardeciera, pensaba abrigarme bien y caminar entre las dunas arropada por la luna y las estrellas. Pero ese peregrinaje, era un peregrinaje, solitario, íntimo, que prefería guardar en secreto. Sabía la peligrosidad de caminar sola por las dunas durante la noche, pero una inmensa fuerza interior me empujaba hacía ello. Y a medida que sentía esa fuerza interior consumiendo mi interior, ganando terreno entre las entrañas de mi ser, el collar de jade se volvía rojo intenso, como fuego, como un rubí. Ese collar tenía algo mágico, inexplicable, para cambiar de color según los sentimientos y estados de ánimos que cubrían como veladuras de un osado pintor, mi mente y corazón.

Salí del hotel, con las primeras luces del atardecer. El cielo se convirtió en un lienzo blanco, abarcado por penetrantes colores cálidos desde el rojo magenta hasta el amarillo más tenue, dando mas brillo a las anaranjadas dunas. Las horas y minutos transcurrían, y el cielo se tornaba azul, me descalcé para sentir la caricia de la arena en mis doloridos pies. Paré algunos minutos, cerré mis ojos y sentí como la fría brisa nocturna me abrazaba. No sé cuanto tiempo estuve así, pero al levantarme me sentí perdida, había perdido el norte, ni siquiera sabía los kilómetros que había recorrido, ni en que lugar me encontraba.
Pero a pesar de la absoluta soledad y la delicada situación en que me encontraba, la paz y las ganas de vivir, volvieron a renacer en mí. Ni siquiera las heridas de mis pies, mis cuarteados labios, y la intensa sed, pudieron con la fortaleza de mi alma. Seguí caminando, muchas veces caía al suelo por el intenso cansancio, la fatiga y la falta de víveres, pero me levantaba aún con más fortaleza, el jade de mi collar ya totalmente rojo, empezó a latir como un corazón humano, acompasando su latido al mío. Y entonces el cielo se volvió más oscuro, empezando inesperadamente a llover. Recordé así, el día de mi nacimiento, a finales de los setenta , y las veces que Sidi Alí, me había dicho que aquella noche extrañamente, contra todo pronóstico, llovió en el Sahara, cerca de Argelia. Abrí mis labios sedientos y bebí toda el agua que pude, alzando mis brazos hacia el aire. Oí alegres acordes de laúd y una voz a la vez cercana y lejana que me llamaba.
Me costó descubrir a quien pertenecía, esa voz dulce y masculina. Miré hacía el horizonte, y descubrí un gran oasis, lleno de verdes palmerales, lustrosos dátiles y un pequeño lago, azul esmeralda. Con fueras renovadas corrí hacía el oasis al encuentro de la aquella voz, aquella voz que no podía ser otra que la de Said. Y al llegar allí a los palmerales, lo vi nuevamente, sus ojos sinceros y llenos de amor se clavaron en los míos y nos abrazamos como si quisiéramos fundirnos en un solo ser, nuestras lágrimas se fundieron en un mismo rostro, aderezando dulces besos y caricias de puro amor, me tomó entre sus brazos y me llevó a un indescriptible lugar, más allá de nuestro amor, del paso inexorable del tiempo y de cualquier obstáculo mundano, habíamos encontrado nuestro paraíso particular……
CONTINUARÁ………
Autores: Nayra del Rosario Hernández Benítez
Aarón Moreno Borges
http://viajesfaciles.com/wp-content/uploads/2009/10/Oasis_en_el_desierto.jpg

No hay comentarios: