domingo, 28 de febrero de 2010

ZULEIMA, ARENA Y SAL







POEMA DE MOHAMED SALEM ABDELFATAH, EBNU. Poeta saharahui

SI MAÑANA DESAPARECIERA
EN EL INFINITO DEL OLVIDO
MI GALAXIA
YO PODRÍA DEJAR DE LLORAR
-ESO DEPENDE-
PERO ME GUSTARÍA MÁS REIR,
Y NO DARLE EL ÚLTIMO ADIOS A MI VIDA.

SI LLORARA
MI LLANTO SERÍA SILENCIO
PORQUE NO SOLAMENTE PIERDO
MI GALAXIA
TAMBIÉN PIERDO LA TUYA....

En las horas próximas del atardecer de aquel día de primavera impregnado por el danzar del siroco Zuleima, decidida a encontrarse con Said, se subía en el tren que la llevaría a Meknes. Alrededor de treinta minutos de recorrido, para reflexionar y prepararse para aquel día que cambiaría su vida para siempre, lo vio en los pozos de la taza de té. Sabía que Said era su gran amor, pero que ese amor la llevaría a tomar decisiones arriesgadas y rumbos desconocidos. Y también la hacía subir al culmen de la alegría, como a bajar al más cruento sufrimiento.
No dudó en ningún momento, desde que leyó la nota que la trajo Salma al venir del mercado de que debía reunirse con su prometido urgentemente. Lo intuía. Said no era mal hombre, pero su mirada no era limpia. Sabía que algo escondía, y que pronto se lo confesaría.
Pronto vislumbró Meknes, la ciudad ocre, amurallada, divisó el río e imaginó que el agua olvida el sabor amargo del paladar de su boca, lleno de incertidumbre.
Said le había recomendado que estuviera alerta ante cualquier persona que pudera seguirla. Le había implorado que no dijera a nadie a donde se dirigía esa tarde de primavera al atardecer. Para no levantar sospechas guardaron en verse en el puesto de vendedores de artesanía, en la plaza "El-Hadim", para aprovechar el bullicio de la gente que comenzaba momentos antes del crepúsculo a pasar desapercibidos.
Y allí se encontraron, Zuleima envuelta en un amplio vestido negro y un velo que sólo dejaba sus ojos libres al aire. Él también vestía una chilaba discreta. Se miraron durante unos segundos, y no hicieron falta más palabras. Sus ojos se amaban con ardor, con pureza, más allá de cualquier límite. Said se acercó a ella, la saludó y pidió permiso para tomarla de la mano y llevarla a un lugar más seguro, donde reinara el silencio y la paz, tan necesaria para los dos............................
CONTINUARÁ.............................
Autores: Nayra Rosario Hernández Benítez
Aarón Moreno Borges.

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