En aquella noche de lluvia, Bergman descubrió el culmen del placer, la plenitud ansiada por medio de una relación con una cliente diferente, a todos los conocidos anteriormente, en su físico, su trato cortés y amable. Tratábase de una misteriosa mujer anónima, ataviada con una máscara barroca bañada en oro, ocultando su rostro, de porte distinguido y elegante, largos cabellos rubios y piernas interminables. Enfundaba su cuerpo en un costoso traje de modisto francés y una capa negra viajaba en un mercedes negro conducido por un chófer también anónimo, con el que recogió a Bergman y donde le propuso el suculento trato, placer carnal a cambio de una buena suma y una protección incondicional, un seguro de vida.
Ella, asombrada y absorta por la situación, aceptó la tentadora oferta. Y fue allí, aquella noche, en aquel costoso hotel, entre fresas y champgne, lujos por doquier y colmada de atenciones, donde volvió a sentirse ella misma. Ni siquiera su amor por Óscar le impidió disfrutar de una sexualidad plena, recién descubierta, pues pronto el sentimiento de culpabilidad y traición dieron paso a una envoltura de pasión y lujuria. Y ya no existió más aquella habitación de hotel en Lanzarote, sólo quedó la plenitud de su cuerpo al descubierto, el sonido de la Traviata de Verdi en el gramófono y la zona más bella de Bucarest en su recuerdo.
En la cocina Zuleima preparaba su desayuno, mientras degustaba un exquisito rooibos de chocolate y naranja, gustaba de ponerle unos granitos de anís estrellado, que tanto bien le hacían a su estómago, muchas veces castigado por las noches de insomnio, en los que no podía dejar de pensar en Said, manifestándosele también su recuerdo en las pesadillas que le asediaban en los últimos tiempos. Quizás por la losa tan pesada que formaban sus recuerdos en su cuerpo decidió, ese día, durante la visita a Juan en el hospital, levantar el silencio que envolvía su pasado y que tanto dolor le producía.....
CONTINUARÁ....
Autores: Nayra del Rosario Hernández Benitez
Aarón Moreno Borges
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