Moszi ya está libre a la espera de asilo
El 8 de abril, Moszi salió del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Hoya Fría, en donde estaba recluido junto a otros 63 inmigrantes que llegaron a la playa de El Confital unos días antes. Ahora vive en un centro de acogida de Cruz Roja mientras se tramita su petición de asilo. Moszi huyó porque es un albino africano que trae suerte una vez muerto.
BELÉN MOLINA | SANTA CRUZ DE TENERIFE Moszi respira tranquilo y libre en un centro de acogida de Cruz Roja en Canarias. Cuando llegó a la playa de El Confital junto con otros 63 africanos el pasado 30 de marzo, en un cayuco que partió de Mauritania cinco días antes, llamó la atención de los militares que realizaban maniobras en ese paraje y que ayudaron a los inmigrantes a pisar tierra firme. Era de rasgos negros pero de pelo rubio y piel blanca, blanquísima, salvo las cientos de manchas negras que le cubren como un mosaico.
Ese es su problema y la razón de su huida desde Benin, donde nació: Moszi es albino y en algunos países de África a los albinos se les da caza para usar partes de sus cuerpos en rituales con los que se busca la buena suerte.
La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) ha tramitado su petición de asilo ante el Ministerio del Interior, que la ha admitido a trámite. Gracias a ello, apenas una semana después de que fuera recluido junto a sus compañeros de viaje en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Tenerife, fue puesto en libertad, bajo el amparo de Cruz Roja que le acoge en un centro de Canarias. Si el Gobierno tiene a bien concederle el asilo, lo que no es fácil, podrá quedarse en España (o viajar a cualquier país de territorio Schengen) bajo protección internacional. De lo contrario, es posible que lo manden de vuelta al lugar del que escapó para que, literalmente, no se lo comieran.
Moszi, 18 años, como los demás albinos africanos, tiene una doble espada sobre su cabeza. En las religiones animistas, como las que se practican en parte del África subsahariana, pero sobre todo central y del cono sur, la sangre y algunas vísceras de los albinos sirven para hacer bebedizos como el muti que conceden larga vida y prosperidad. Los dedos se usan como amuletos que se cuelgan al cuello y por una pierna se llega a pagar hasta 2.000 euros, una auténtica fortuna. Sólo en Tanzania fueron descuartizadas 40 albinos el pasado año para hacerse con algún trozo de su cuerpo. Moszi, de momento, respira tranquilo. Ha escapado.
CEAR, sin embargo, no es optimista en cuanto a los asilos. La Unión Europea impone recortes a esa protección y pide a cada Estado miembro que mire con lupa las concesiones de lo que ya se asemeja más a un privilegio que a un derecho humano internacional. El pasado año tramitaron 320 peticiones de asilo; el anterior, 553. En lo que va de 2009 ya han tramitado 70, pero Interior suele rechazarlas y ya ni siquiera quiere escuchar los argumentos a favor o en contra del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para el Refugiado (Acnur).
La postura española contrasta con la de otros países, como Francia, que el pasado año recibió 32.000 solicitudes. Moszi esta a la espera, pero de momento, sano y salvo.
Todos le buscan
Cruz Roja no quiere desvelar donde está Moszi para defenderle del acoso de los medios de comunicación desde que su caso saltó a la luz pública en las páginas de este periódico. Hubo rotativos de tirada nacional que llegaron a ofrecer dinero a la Comisión Española de Ayuda al Refugiado para entrevistar a Moszi y también han intentado dar con él algunas cadenas de televisión. Moszi llegó a sentir miedo y estar agobiado, afirman en CEAR. Lo mejor para que pueda iniciar una vida nueva en España es, precisamente, que se sepa poco de él. A la Comisión de Asilo y Refugio del Gobierno estatal no le gusta, al parecer, que los asilados sean protagonistas de noticias.
Sin embargo, el caso de Moszi llama la atención incluso desde el punto de vista sanitario. Llegó en buen estado, sin quemaduras solares, pese a cinco días de navegación en mar abierto. Aparte de los rituales de brujería, el mayor peligro de los albinos africanos es su escasa o casi nula protección natural frente al sol, ya que carecen de pigmentación. La alteración genética que les afecta al cabello, el iris, las mucosas y la piel y que los convierte en personas tan singulares los mata en África antes de cumplir los 30 años. Sufren diversas formas de cáncer y necesitan gafas de sol, cremas de alta protección y vivir tapados de pies a cabeza.
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