viernes, 3 de abril de 2009

"ZULEIMA, ARENA Y SAL"







Entre tantas noches amargas de ansiedad, surgió una dulce. Al cerrar los ojos se imaginó con Óscar paseando de la mano por Bucarest, sintiéndose protegida y segura, correspondida en su amor al que solo hacían sombra el verde de los tilos y castaños típicos del "País de la Europa Oriental". Se imaginaba con él feliz, sin pobreza , sin precariedad. LLena de inocencia e ingenuidad, antes de que una trata de blancas robara sus ilusiones de juventud en parte perdidas al morir su primer amor, el padre de su hijo, Dimitriv, que ahora cuidaba su abuela en Rumanía. Se recordó hermosa de pómulos blancos y rellenos, sus ojos azules brillando como el zafiro, los bucles de su melena dorada y su sonrisa blanca y feliz como un racimo de perlas. El sufrimiento y la heroína le habían robado casi todo, excepto unos inexplicables ganas de seguir viviendo. Debatiéndose cada día entre el cielo y el infierno, la espada y la pared, para ganar la batalla a la droga que la poseía como el más cruel amo de esclavos.

Zuliema prepara un roiboos "delicias turcas" y sus pensamientos viajan hacia Said, el amor de su vida. El amor que desapareció físicamente, pero no espiritualmente, el amor que duele, y se sigue sintiendo como un puñado de arena del Sahara en la mano, como la sal de las salinas en los pies. Said vive en Zuleima y Zuleima en Said, esperando reencontrarse al anochecer en los sueños o en el paraíso prometido.

Juan atrae la mirada de Zuleima, haciendo regresar su mente a la tetería. Con alegría la saluda, pidiéndole su té rojo favorito y unos bombones de dátiles. Ella le sirve con afán, deseando entablar una conversación con él, con el pozo de sabiduría que contiene su interior, y que admira desde que lo conociera. Él se dispone a hablar con ella, a contarle sobre su preocupación por Bergman, pero las palabras no le salen, le falta el aire, siente un fuerte dolor en el pecho, tirándole hacia la espalda, se marea, todo le da vueltas y cae al suelo desmayado sin dejar de tocarse el pecho. Zuleima, impresionada, intenta que vuelva en sí, mientras corre hacia la calle a pedir ayuda....

CONTINUARÁ.......
Autores: Nayra del Rosario Hernández Benitez.
Aarón Moreno Borges.

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