viernes, 27 de febrero de 2009

"ZULEIMA, ARENA Y SAL"







Llegó a la pensión cuando ya había saciado su hambre de heroína. Con paso trémulo, algo cansada y envuelta en la chaqueta, se dispuso a entrar en su habitación. Al entrar se llevó la sorpresa de ver a Óscar. Una sonrisa se dibujó en su rostro maltratado. Se sentó en la cama y le dio un abrazo. Era la segunda vez que sentía cariño y afecto de nuevo, la primera fue en La Santa, con Juan. Óscar la miró con afecto, pero también con compasión. La mirada fue interrumpida por un brusco golpe en la puerta de la pequeña habitación. Entró el nuevo dueño de la pensión y con violentos modos y pocas palabras le dijo a Natasha que recogiera sus porquerías y se fuera a la puta calle. Le debía algunos días y, además de eso, su presencia daba mal aspecto a su hostal. Ella ni se molestó en mirarlo a la cara, sabía que en el rostro del hombre no había ni la mitad de tolerancia que había en el rostro de su madre, la antigua dueña de la pensión.

Óscar se sintió impotente, con las muletas y con unos pocos euros ahorrados poco podía hacer por su amiga. Ella, cabizbaja, le besó en la mejilla, le abrazó y en poquísimas palabras le dijo que no se preocupara, tendría un sitio adonde ir y estaría segura. Se despidió, no sin antes prometerle al músico que lo volvería a ver pronto.

El hombre intolerante volvió a abrir sus labios, esta vez para lanzarle una severa amenaza a Óscar.

_ ¡¡Y tú, sudaca, no te creas que me gusta estés aquí!! Si no fuera por la crisis y porque ya pagó un mes por adelantado tu amiga, esa mora rara, te ibas a la calle con la fulana...

Óscar ni se molestó en mirarlo, ni tan siquiera gastó saliva para reprenderle. Sin embargo, una furia interna le rebosaba por dentro. Pero prefirió la indiferencia a contestarle lo que realmente se merecía tremendo personaje. Supo que rebajarse y ponerse a su altura no era la solución. Solo volteó su mirada hacia la ventana, desde donde divisó la imagen de Bergman alejándose de aquel mísero lugar.

Semanas después de regresar a Gran Canaria, Hanah seguía deprimida y atrapada en si misma. La desaparición misteriosa de Giancarlo, una desaparición tan repentina y sin ninguna explicación, así como la noticia de su embarazo, la tenían sumida en una continua sensación agridulce y en un no saber que hacer. No le había contado a nadie lo que le sucedía, ni siquiera a Zuleima, su hasta ahora confidente. Tenía miedo a su contestación. Tenía en mente plantear el tema del aborto, pero temía que chocara con su religión y provocara una situación de rechazo. Los poros de la piel de sus pies bebían de la sal de las salinas de Janubio. Le encantaba pasear por las parcelas en las que se dejaba evaporar el agua del mar, ya abandonadas. Sentía la misma sensación de paz que al pisar las arenas del Sahara.

Envuelta en una túnica azul celeste y de atractivas transparencias, su esbelta silueta se fundía con el paisaje marino en la noche, mientras el salitre, el aire limpio y fresco acariciaban su melena negra y ensortijada. Llegaba un momento en que cerraba sus ojos negros y se imaginaba caminando por la cercana laguna color verde esmeralda, sintiendo en sus manos el tacto de la tierra volcánica....

CONTINUARÁ.....
Autores: Nayra del Rosario Hernández Benitez
Aarón Moreno Borges

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