miércoles, 14 de enero de 2009

ENTREVISTA A IRENE MOLINA, EXPERTA EN INMIGRACIÓN Y VIVIENDA

“Las políticas de vivienda fomentan la segregación”
June Fernández
Diagonal
Suecia, la cuna nórdica de la socialdemocracia, se niega a verse a sí misma como xenófoba. Pero el trabajo de la investigadora chilena Irene Molina, doctora en Geografía Humana en la Universidad de Uppsala y presidenta de la organización Académicos Antirracistas, revela la racialización en las políticas habitacionales y las graves consecuencias de la segregación.
DIAGONAL: ¿Qué dificultades se encuentra la población inmigrante para acceder a la vivienda?
IRENE MOLINA: Hay un problema de discriminación. La vivienda se encuentra racializada. El acceso está resuelto, pero diferenciado y restringido a ciertos barrios. Los inmigrantes no europeos, especialmente los magrebíes, se concentran en los más en barrios periféricos, aislados de la ciudad… Eso significa un acceso menor a los recursos de la ciudad. Se potencian dos procesos: los inmigrantes son dirigidos activamente a ciertos barrios y se les cierran otras posibilidades. La probabilidad de que un inmigrante africano encuentre otra localización es muy baja.
D.: ¿La inmigración forma guetos?
I. M.: No es verdad que prefieran vivir juntos para evitar el desarraigo. Su ideal es un barrio de mayoría sueca. Es el reparto de las viviendas públicas el que ha favorecido una marcada segregación. Los barrios de pisos de alquiler social, en los que viven la mayoría de inmigrantes, están geográficamente segregados de las otras modalidades: las viviendas de propiedad privada o cooperativa, donde la población es más ‘blanca’.
D.: ¿Quién discrimina?
I. M.: Por un lado, de manera implícita, las políticas de vivienda mencionadas, que tienden a segregar. Quienes administran las viviendas suelen excluir a los inmigrantes con argumentos como que la alta presencia de ellos devalúa el valor de las casas. Es un argumento economicista, pero esconde una ideología racista. Por otro lado, en Suecia hemos comprobado que quienes van a vivir a barrios suecos, con poca representación de inmigrantes, son más agredidos por sus vecinos que en barrios inmigrantes. Esto anima a hacer carrera contraria: quien se ha instalado en un barrio autóctono después de superar infinidad de barreras, discriminado por su vecindario y decide volver al barrio de inmigrantes.
D.: ¿Qué políticas se pueden promover para remediar esa segregación?
I. M.: Yo digo que hay que abrir los barrios que están cerrados a los inmigrantes. Ése es el problema. Se pueden establecer cuotas por barrios y facilidades para obtener créditos. Por otro lado, hay que empoderar a los inmigrantes para que conozcan sus derechos y los recursos a su alcance. También urge sensibilizar a la población autóctona.
Esto no es un problema sólo del inmigrante o de determinados barrios, sino de la sociedad. Vamos generando un proceso sin fin que carga la bomba social que en algún momento explota. Esa exclusión traduce en una enorme frustración de los jóvenes, que actúa como caldo de cultivo de violencia.
D.: ¿Defiendes por tanto las tan criticadas ‘acciones positivas’?
I.M.: Desde luego. Sé que es difícil concienciar sobre la profunda desigualdad histórica que las hace necesarias. Al igual que en las políticas de género, para lograr una mayor igualdad hay que entender que un colectivo ha sido discriminado debido a la situación de privilegio del otro. Lo que permite segregar y discriminar es que la población autóctona ha sido sistemáticamente privilegiada. La vivienda buena se la queda la población autóctona, así que existe una política de cuotas implícita que discrimina. No se trata más que de hacer justicia.
D.: Un mito es que la inmigración acapara las viviendas sociales.
I. M.: No es cierto. Lo que pasa es que a los grupos desfavorecidos se les pone uno en contra de otro. Se fomenta ese discurso porque ayuda a mantener el statu quo del sistema de mercado.
D.: ¿De qué manera afectará la crisis a esta situación?
I.M.: Empeorará la situación de los inmigrantes. Es un círculo vicioso: la vulnerabilidad crece entre quienes ya eran vulnerables. Se dice que las expresiones racistas aumentan con la crisis. Pero no es cierto que la crisis aumente el racismo, sino que evidencia el que ya estaba.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=78974

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