Miguel Guaglianone*
No se apaga el clamor ante la resolución del Parlamento Europeo, que aprobó una "Directiva del retorno" para aplicar en toda la Unión respecto a los inmigrantes ilegales a partir del 2010. Esta directiva afecta directamente los derechos humanos de los inmigrantes, calificándolos y tratándolos en los hechos como delincuentes. La posibilidad de detención por hasta dieciocho meses de cada inmigrante sin papeles va más allá de todos los límites legales de detención en los 27 países que conforman la Comunidad Europea. Igualmente, la penalización propuesta de cinco años de prohibición de ingreso futuro a su territorio a quienes así haya sido calificados, instaura el destierro legal de seres humanos en la "civilizada" Europa.
Apartando la indignación que puede producirnos a nosotros, los latinoamericanos que nos sentimos una vez más maltratados como "ciudadanos de segunda" por parte del mundo "desarrollado" globalizador, es importante realizar al respecto algunas consideraciones.
La inmigración ilegal constituye hoy para los europeos un problema serio. Desde África, Latinoamérica y Europa Central y del Este confluye una migración, sobre todo de estratos pobres, cuyo volumen ha logrado configurar una masa residente que hoy se calcula en el orden de los ocho a diez millones de personas. Estas personas llegan a esa comunidad a ocupar los puestos de trabajo de más baja escala en la sociedad, siendo en muchos casos abusados y hasta semi esclavizados por los empleadores que aprovechan de su condición.
Hablando de migraciones
¿Cuál es la causa principal de esa migración? La misma que ha provocado la mayor parte de los movimientos migratorios en el mundo. La búsqueda de una vida mejor por parte de aquellos que han perdido todo y no tienen alternativas de sobrevivencia en sus lugares de origen. Los pobres, los desamparados, los sin futuro, se desplazan geográficamente hacia lugares en los cuales pueda mejorar su expectativa de vida.
Curiosamente, sobre todo desde dos de los lugares de origen de los migrantes, la propia Comunidad Europea es responsable históricamente y en alta medida de la creación de las condiciones de emigración.
A partir del Renacimiento, con el desarrollo de la navegación a vela, Europa salió de su territorio a conquistar el resto del mundo. En lo que respecta a África, los países europeos se dividieron con regla y compás un continente entero, y depredaron (y continúan depredando) todas sus materias primas, que les han sido muy útiles para sustentar el desarrollo que hoy ostentan. Fueron en este caso mucho más allá, durante trescientos años convirtieron a los habitantes de ese continente en mercancía comercializable, y los distribuyeron como esclavos por el mundo, instaurando el comercio de carne humana en forma sistemática.
Portugal primero y luego las compañías inglesas y holandesas fueron los encargados de realizar el trabajo sucio, pero todas las grandes potencias europeas apoyaron y disfrutaron de los beneficios de este comercio indigno.
En lo que respecta a nuestra América Latina, el trabajo realizado por los europeos fue algo diferente, pero no menos terrible. Aparte de haber sido responsables del mayor genocidio conocido en la historia humana (a la llegada de los europeos se calcula que América tenía una población autóctona del orden de los ciento cincuenta a doscientos millones de habitantes, luego de haber transcurrido un siglo de su llegada, la exterminación directa, las enfermedades importadas desde Europa y las condiciones de vida que se impusieron a los indígenas, llevaron ese número al orden de los cuarenta millones), el saqueo del oro, la plata, las piedras preciosas y hasta los alimentos fue escandaloso y total.
En Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano mostró como la futura Revolución Industrial que comenzara en Inglaterra, fue financiada en gran parte por los recursos que España y Portugal extrajeron en nuestro continente. En el mismo libro, y como un ejemplo viviente, Galeano relata conformando un escenario dramático, las condiciones del Potosí y la región boliviana, antes y después de la succión extractora de la plata.
Las condiciones estructurales de pobreza en ambos continentes, están entonces directamente relacionadas con la obra civilizatoria del continente europeo, que no sólo se apropió de los recursos naturales, sino que alteró completamente el escenario etnográfico y la vida de las poblaciones en dos continentes.
¿Y qué decir del flujo migratorio inverso? La instalación de enclaves europeos en África produjo fenómenos como el de Sudáfrica y su "aparthied". En ese continente los europeos instauraron la discriminación institucional, llegando a convertirse ellos en los "habitantes" marginando las poblaciones autóctonas y en muchos casos llevándolos a condiciones infrahumanas de vida. Nuestra Latinoamérica fue la receptora, sobre todo a partir del siglo XIX de las capas marginalizadas de una Europa azotada por las hambrunas, las guerras y los autoritarismos.
La mayor parte de los habitantes del Cono Sur -donde las poblaciones indígenas fueron exterminadas sistemáticamente- llevamos un apellido europeo producto de las migraciones de contingentes que buscaron en nuestro territorio una nueva vida. Europa nos envió a sus pobres y a sus desplazados y los nacientes Estados nacionales americanos acogieron como suyos a estos inmigrantes y los integraron a sus sociedades. Esta situación se prolongó hasta el siglo XX, cuando tuvo lugar la última gran migración europea hacia América, después de la Segunda Guerra Mundial.
No sólo entonces quienes hoy rechazan la llegada de emigrantes pobres desde la periferia tienen una responsabilidad histórica en esa inmigración, sino que están cometiendo la doble injusticia de pagar con la expulsión de nuestros emigrantes a una política de aceptación e integración que ha sido tradicional en Latinoamérica.
Los orígenes de la Directiva
¿Y cuales son las causas fundamentales de este rechazo que hoy se concreta en esta Directiva? A primera vista podemos contabilizar el vertiginoso ascenso de las derechas en los gobiernos de toda Europa. Al comenzar a tambalearse en todo el continente el "Estado de Bienestar", con la crisis en los sistemas de seguridad social, el aumento del desempleo al desaparecer los puestos de trabajo por la deslocación de las fábricas hacia el Oriente por parte de las propias transnacionales europeas, el incremento de la inseguridad urbana, las inflaciones crecientes producto de la crisis energética, los temblores del sistema financiero internacional, y otros múltiples factores los pueblos europeos buscan seguridades en el autoritarismo y la reacción.
La respuesta de las derechas europeas a las crisis sociales ha pasado siempre por la represión y el autoritarismo. Recordemos que fascismo y nazismo nacieron en el escenario de una Europa en plena crisis social luego de la Primera Guerra Mundial. Ellos también encontraron sus chivos expiatorios (ver Mi Lucha de Hitler escrito en 1923) a quienes responsabilizar de sus males y perseguir. Tendríamos así una primera visión de causas del rechazo a los inmigrantes. Partidos y dirigentes de derecha en países claves como Francia e Italia y socialdemocracias pragmáticas y sin compromisos ideológicos, arrastradas hacia el apoyo de estas políticas en aras de la unidad europea y los compromisos económicos y políticos.
Pero existen también factores más profundos, que trascienden lo político y están enquistados en lo cultural. Los logros de una civilización europea que llegó a conquistar a gran parte del resto del mundo, fueron realizados siempre desde una óptica etnocentrista, tamizada de racismos ocultos o transparentes. Nada cuesta a los gobiernos de derecha revitalizar el racismo y la xenofobia en pueblos que se han caracterizado históricamente por considerarse el cénit de la civilización y la cultura. Ese racismo y esa xenofobia han estado presentes en la supuesta superioridad del europeo sobre los demás pueblos del mundo, y es parte de su patrimonio cultural.
La respuesta latinoamericana
De parte de los latinoamericanos, sólo es concebible una respuesta adecuada y digna, el total rechazo y el combate a
la aplicación de estas políticas segregacionistas y eurocéntricas. Ya se han pronunciado con firmeza varios mandatarios de nuestro continente, a los cuales esperamos se sumen los restantes, y por supuesto este rechazo será una respuesta surgida de nuestros pueblos, que hoy poco a poco están librándose del yugo impuesto durante quinientos años.
Por otra parte estos hechos nos abren bien los ojos, muestran una vez más como constituye una ingenuidad tener la esperanza de que la Comunidad Europea puede ayudarnos de alguna manera a combatir la hegemonía norteamericana.
Cuando Europa acude a nosotros (como lo hiciera recientemente en una reunión en Perú), ofreciendo tratados conjuntos y comercio conjunto, no está ejerciendo ningún tipo de solidaridad, sólo está intentando hacer buenos negocios para sus compañías transnacionales (todos los gobiernos europeos actúan como representantes de esas compañías). Está tratando de restaurar sus antiguas hegemonías, hoy venidas a menos, a través de la extracción de divisas de nuestro continente que generan esas corporaciones.
Son los nuevos modos de la conquista, la conquista económica que sustituye a la de la fuerza, de la que ya no disponen. Si queremos salir adelante de nuestra condición de pueblos periféricos, y encontrar nuestro propio destino, habremos de buscar un camino de consolidación que se base en nuestras propias fuerzas. Como dijo alguna vez José Gervasio Artigas en circunstancias similares, "Nada podemos esperar si no es de nosotros mismos". Solamente el camino de la integración y del accionar conjunto de nuestros pueblos latinoamericanos nos permitirá conquistar la segunda independencia y volvernos capaces de liberarnos de las hegemonías.
* Escritor e investigador uruguayo-venezolano.
Fuente: http://www.surysur.net/?q=node/6273
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