sábado, 30 de agosto de 2008

"África no es noticia, sólo interesa para grabar un documental lacrimógeno o de animales"





María Rebollo (Madrid, 1979) cumplió su sueño el día que pisó tierra africana por primera vez. Era lo que había deseado toda la vida: estar al lado de quienes menos tienen en el mundo. Su empeño la llevó al continente olvidado, en concreto, a Camerún, donde desarrolla proyectos a través de la ONG que preside, Zerca y Lejos. Precisamente, fueron sus propios compañeros de organización quienes propusieron el pasado año su candidatura para recibir el Premio Joven 2007 de Solidaridad, que entrega la Fundación General de la Universidad Complutense de Madrid. Asegura que quiere "luchar por conseguir un mundo más justo" y, para ello, ha trabajado desde pequeña a favor de los grupos más desfavorecidos. Hasta tal punto vive entregada a los demás, que estudió Medicina para poder desarrollar su carrera en África, "un continente que sólo interesa para grabar un documental lacrimógeno o de animales", lamenta.

  • Fecha de publicación: 23 de agosto de 2008

La imagen que se transmite de África a través de los medios de comunicación, ¿es la imagen de la realidad africana?

Los medios de comunicación apenas ofrecen información sobre África. Lo que ocurre en el continente no es noticia. Sólo interesa para grabar un documental lacrimógeno o de animales. Y de vez en cuando. La realidad política y social está olvidada. Si preguntáramos a los españoles nociones básicas acerca de la situación en África, la mayoría no sabría qué contestar, mientras que, por ejemplo, las elecciones presidenciales en Estados Unidos aparecen en los medios hasta el aburrimiento.

¿Cómo recuerda su primer encuentro con el continente?

Llevaba tantos años soñando con ir que, al llegar, fue como si ya hubiera estado allí. Sólo recuerdo lo feliz que me sentía.

"No elegimos dónde nacemos, pero podemos elegir dónde queremos vivir"

¿Hasta qué punto le influyó aquel primer viaje?

Siempre supe que era lo que quería hacer, así que estar en África sólo fue un paso más en una lucha que había comenzado mucho antes. La causa de los pobres, el deseo de un mundo más justo, debe concretarse en todas las opciones que elegimos en la vida. Viajar a África era para mí la forma más concreta de ayudar a quienes menos tienen en el mundo. No elegimos dónde nacemos, pero podemos elegir dónde queremos vivir y yo elijo vivir con los que más sufren para trabajar juntos por cambiar las cosas. Ése fue mi deseo la primera vez que viajé a África y es el mismo que me mueve a seguir en el continente.

"Un mundo diferente es posible. Sólo falta ponernos de acuerdo y hacerlo realidad"

Desde muy joven ha participado en proyectos solidarios, una trayectoria por la que el pasado año recibió el Premio Joven de Solidaridad. ¿Se identifica con buena parte de su generación o la solidaridad "no está de moda"?

No sé si está de moda, pero, al menos desde mi experiencia, sé que tanto jóvenes como adultos quieren ser solidarios. Cuando se pide ayuda, la gente de todas las edades se vuelca. Ha sido una de las sorpresas más gratas de estos últimos años: la cantidad de gente que se ha ofrecido a echar una mano, a donar tiempo, dinero... Hay mil formas de colaborar. Ahora mismo, hemos viajado hasta Camerún un total de 42 españoles, todos voluntarios, que hemos pagado el billete de avión con nuestro dinero y hacemos frente a nuestros gastos. Por eso creo que un mundo diferente es posible, porque lo veo día a día en los ojos de la gente. Sólo falta ponernos de acuerdo y hacerlo realidad.

La candidatura a este reconocimiento la propusieron sus compañeros de Zerca y Lejos, ONG que fundó a finales del año 2000. En este tiempo, ¿ha cumplido todas las metas que se fijó entonces?

No, pero seguiremos adelante porque aún nos quedan fuerzas. Actualmente, tenemos en marcha diversos proyectos para garantizar agua potable a la población, aumentar las tasas de escolarización infantil, mejorar el acceso a la salud pública, combatir el VIH y la tuberculosis, potenciar la vacunación y desparasitación, prestar atención odontológica, facilitar la concesión de microcréditos, fomentar la agricultura, abrir nuevas aulas de informática, crear un hogar para 150 niños y desarrollar un taller de construcción con los pigmeos Baka. Todos los proyectos nacen de la colaboración con la población local. Se realizan con ella y ella es la protagonista. No obstante, la meta va mucho más allá. Buscamos un cambio social y, aunque aún no hemos encontrado la fórmula para lograrlo, seguiremos buscándola.

Si cada decisión que tomamos tuviera en cuenta al resto de personas que hay en el mundo, la sociedad se transformaría

Habla de mejorar el acceso a la salud. No debe de ser fácil. La mortalidad infantil en Camerún es elevada, mientras que la esperanza de vida se sitúa en 45,8 años. ¿Se siente satisfecha con los resultados de sus campañas o le puede la impotencia al comprobar cómo, por mucha ayuda que se preste, es necesaria mucha más?

La impotencia es una mentira. Podemos hacer mucho. Con ayudar a una única persona ya se está cambiando su vida, ¿acaso eso es poco? Hace pocos días falleció una persona cercana a nosotros por falta de medios para atenderla, pero este caso sólo sirve para confirmar que hay mucha injusticia en el mundo, que la vida de unos no vale lo mismo que la de otros en el sistema en que vivimos. Pero eso puede cambiar porque nosotros construimos el mundo, escribimos la historia. No hay nada ante lo que nada se pueda hacer. Si cada decisión que tomamos tuviera en cuenta al resto de personas que hay en el mundo, la sociedad se transformaría. De momento, el cambio está llegando desde abajo, desde el pueblo llano, que somos quienes realmente podemos cambiar el mundo.

Pero parece que el camino es largo. Otro dato: las tasas de analfabetismo engloban a un 23% de los hombres y a un 40,2% de las mujeres, casi el doble. La educación primaria universal gratuita que promulgan los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) se hace esperar.

La educación primaria universal podría lograrse si la propia sociedad mostrara su interés porque se logre. Nuestro empeño podría hacer que los dirigentes del mundo pusieran los ODM en un lugar prioritario de su agenda, ya que son unos mínimos básicos. Todas las personas deberíamos exigir más compromiso.

Si se pregunta a un ciudadano de Camerún por los ODM. ¿Sabría explicar en qué consisten?

Camerún es un país muy grande donde, desde luego, hay gente muy formada que podría explicarlo. Sin embargo, por desgracia, la gran mayoría de las personas no tiene acceso a la información. Por ejemplo, en Bengbis, donde nosotros trabajamos, la inmensa mayoría carece de luz eléctrica, agua potable, teléfono o acceso a la información a través de la televisión y los periódicos. Ni siquiera están garantizadas las carreteras. En esta situación de aislamiento, la idea que se puede tener sobre los acuerdos alcanzados por Naciones Unidas es bastante pequeña, aunque padezcan las consecuencias de la falta de logros.

Su trabajo se centra especialmente en Camerún, donde ha convivido con familias indígenas de la tribu de los Bassá, los Bulú y los pigmeos Baka. ¿Qué ha aprendido de ellas?

La paciencia. En África todo tiene otro ritmo. La importancia de la familia, la humildad y la sencillez que tanto nos faltan en occidente para admirar y abrirnos a otras culturas.

Se puede construir un mundo más justo a cada momento, sólo hace falta querer que ése sea el principal criterio a la hora de actuar en cada pequeño gesto

Tras su trayectoria solidaria en España y en Camerún, ¿qué diferencias encuentra entre ambos países?

La solidaridad es una opción de vida, es un deseo profundo de lograr un mundo diferente y, ese deseo, debe empapar todo lo que hacemos en cualquier parte del mundo. Podemos ser solidarios desde que abrimos el grifo por la mañana para lavarnos la cara y pensamos que el agua es un bien escaso, hasta cuando cogemos el transporte público para contaminar menos, acogemos a un inmigrante en nuestra casa, donamos dinero o participamos en tareas de voluntariado. Se puede construir un mundo más justo a cada momento, sólo hace falta querer que ése sea el principal criterio a la hora de actuar en cada pequeño gesto.

Una oportunidad

"Sin dinero no podemos trabajar y cuesta muchísimo esfuerzo recaudarlo". Las palabras de María Rebollo revelan la dificultad para mantener en pie una ONG. Ella misma realiza su tarea como voluntaria, sin recibir a cambio ninguna remuneración. "Pero al menos para mí, Zerca y Lejos no es una ONG, sino una forma de vivir", confiesa.

En realidad, todos los miembros de Zerca y Lejos son voluntarios. Por ello, la mejor manera de garantizar un apoyo constante, es colaborar con la ONG. En el caso del apadrinamiento, se puede prestar ayuda a niñas y niños huérfanos como consecuencia del VIH, menores pertenecientes a la etnia de los pigmeos y otros que proceden de familias sin medios, a los que se financia el pago de la matrícula y el material escolar para que puedan estudiar. Si se prefiere, otra opción es el "medi-apadrinamiento" para favorecer el acceso a la atención sanitaria y diversos medicamentos.

Por último, el "ladri-apadrinamiento" es una forma específica de colaboración, que permite costear materiales de construcción o mobiliario. Con ella, se puede "hacer posible la escolarización para el próximo año de todos los niños que hasta ahora no han tenido el derecho de ir a la escuela ni de tener un hogar digno".

"Quiero que me cambie el sufrimiento de cada ser humano, que nunca deje de llorar la injusticia"

Como destacaba el discurso que la presidenta de la ONG Zerca y Lejos pronunció el día que recibió el galardón por su trayectoria solidaria, todo esto es "un recordatorio de lo mucho que queda por hacer", pero "tenemos la oportunidad y vamos a aprovecharla". "Cuando era pequeña le decía a mi madre que quería irme a África a ayudar a la gente. Ella me decía que cuando fuera mayor el mundo me iba a cambiar. Ahora soy mayor y, tras todos estos años en África, me doy cuenta de que es cierto. El mundo te cambia. Me cambia Mianke Samuel, el jefe del campamento pigmeo de Ndjibot, que, aunque ronda los 40 y parece un anciano, viene a todas nuestras reuniones para intentar sacar a su pueblo de la miseria. Me cambia mi joven amiga de 20 años enferma de sida con su bebe de dos añitos. Me cambia George, a quien hace siete años vi operar sin anestesia en medio de la selva. Me cambia cada voluntario que da su tiempo y quiero que me cambie el sufrimiento de cada ser humano, que nunca deje de llorar la injusticia".

fuente:

http://www.consumer.es


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