Cada día la Humanidad pierde, sólo por la tala directa, unos dos millones de árboles. Esto viene a significar que cada año desaparece el equivalente a un árbol por cada habitante del planeta.
Ante un panorama tan descorazonador, emociona la lectura de esta sencilla historia que Jean Giono escribió cuando, a mediados del pasado siglo, una editorial norteamericana le pidió que escribiese un relato breve acerca de un personaje real que fuese inolvidable.
Giono escribió entonces “El hombre que plantaba árboles”, texto que donó ‘a todo el mundo’ tras ser rechazado por la editorial que le encargó la historia porque Elzéard Bouffier, el protagonista de la misma, no era un personaje real.
“El hombre que plantaba árboles” narra la historia de un pastor que, con su sola voluntad y esfuerzo, convierte una tierra desierta, abandonada, infértil, en un maravilloso vergel. Pero la moraleja sobre la capacidad humana para, con tesón, alcanzar cualquier objetivo que se plantee, no me conmueve tanto como la historia en sí.
LOS ÁRBOLES RENUEVAN EL AIRE, EL AGUA Y EL SUELO DONDE VIVEN Y SON TESOROS DE BIODIVERSIDAD EN SÍ MISMOS.
UN SUELO SIN ÁRBOLES ES EL PRINCIPIO DE UN DESIERTO.
TODOS, EN MAYOR O MENOR MEDIDA, PODEMOS EMULAR AL PERSONAJE ELZÈARD BOUFFIER, Y PODER CONTRIBUIR A FRENAR LA DESERTIZACIÓN.
SEAMOS GENEROSOS.
LA (DES)EDUCACIÓN - NOAM CHOMSKY
Fuente: http://www.solodelibros.es/
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