Las mujeres que están cambiando África
Desde la premio Nobel Wangari Mathai o la presidenta de Liberia, Ellen Johnson hasta las madres e hijas anónimas, todas ellas se están convirtiendo en el motor del cambio en el continente perdido.
Cotonou, Benin – África Occidental -
Autora: Evangeline O’Regan -
África no es un continente dormido. África no está a la espera de lo que el resto del mundo puede hacer por ella. Hay mujeres que pueden demostrar lo contrario. Hay mujeres que no están dispuestas a quedarse de brazos cruzados. Son las compañeras de batalla de la premio Nobel keniata, Wangari Mathai -que consiguió el premio Nobel de la Paz en 2004 por su contribución al desarrollo sostenible- o la presidenta de Liberia, Ellen Johnson -la primera mujer africana en ser elegida jefe de Estado-, mujeres que están siendo las portavoces de sus congéneres y están liderando el cambio tan anhelando en el continente. En Benin, un pequeño país de sólo 7 de millones de habitantes en el Oeste de África, viven, trabajan, estudian y luchan algunas de ellas. Esta es su historia.
Daslin Small-Oueounou
Alguien dijo que si Dios no encuentra a una persona para hacer su obra en un país, no tiene ningún problema en buscar a la persona correcta y llevarla hasta ahí. Como le pasó a Teresa de Calcuta, que nació a miles de kilómetros de la India, el país que más tarde revolucionaría. Ésta es también la historia de Daslin Small-Oueounou, una mujer grande y de mirada decidida nació en Jamaica y se mudó a Canadá antes de cumplir 20 años.
El currículum y la vida de Daslin son parecidos al de muchas mujeres occidentales: soltera, con carrera, profesional, independiente, triunfadora. Daslin, enfermera de profesión, se había especializado en la administración y había llegado a dirigir un hospital en Canadá. Como les ocurre a muchas urbanitas, en medio de su carrera profesional Daslin dio un cambio radical: substituyó los hospitales de Toronto por el de un barco médico, el Anastasis -ahora conocido como Mercy Ships-, que se dedicaba a recorrer la costa oeste de África operando malformaciones físicas y proporcionando ayuda sanitaria a miles de africanos. Daslin trabajó en varios departamentos de este buque sanitario hasta convertirse en su directora general en el año 2003. Como parte de su ruta, el Anastasis hizo escala en Cotonou, la capital comercial de Benin y uno de los principales puertos de esta parte de África. Durante su estancia en el país africano la jamacaino-canadiense tenía entre las obligaciones de su cargo entrevistarse con los principales líderes del país, entre ellos un pastor viudo: Ernest Oueounou.
En contra de todo lo que Daslin podría haber imaginado para su vida, para entonces tenía 50 años y una vida bastante decidida, entre el pastor y ella saltó la chispa y se casaron. Daslin no sólo cambió de estado civil sino que de la noche a la mañana adoptó una nueva nacionalidad, se convirtió en madre de una niña y un chico adolescente, empezó a aprender un nuevo idioma y dejó atrás las comodidades y oportunidades que le proporcionaba la vida en occidente. Han pasado dos años desde que esta mujer energética, emprendedora se mudara a Cotonou y no hace falta decir que las cosas no se han quedado como estaban. La nueva vida de Daslin coincide con la llegada al poder de uno de los nuevos presidentes africanos, Thomas Yayi Boni, que ha despertado muchas esperanzas de cambio y renovación democrática para Benin, y ella ha hecho suyo el motto electoral de Boni: "Ça va changer, ça va changer", "Las cosas van a cambiar, las cosas van a cambiar".
Entre los proyectos que Daslin tiene entre manos está la gestión de una clínica médica rural y un orfanato para 50 niños. Su nuevo reto: aprender motivar a mujeres para emprender proyectos que generen ingresos. "He hecho muchas cosas en la vida pero necesito formarme para aprender los entresijos de los microcréditos y técnicas para motivar a las mujeres a trabajar en equipo", asegura Daslin. Si las cosas van a cambiar en Benin, como pretende su presidente, Daslin será un instrumento clave para que eso ocurra.
De los montes de Togo al resto de África
Édith Dzampe es una mujer corajuda, fuerte y con las ideas muy claras. La vida de Édith no ha sido fácil, como la de la mayoría de niñas y mujeres que nacen y viven en África. Desde pequeñas llevan sobre sus hombros la carga de proveer comida y agua para la familia, sin pensar por un momento en ellas mismas. La vida de Edith sigue sin ser fácil. Nació en un pequeño pueblo en el norte de Togo, lejos de las oportunidades de Lomé, la capital pero en su juventud hubo un punto de inflexión, según cuenta, dejó las prácticas de religiosas ancestrales para convertirse al cristianismo. Gracias a su nueva fe, Édith empezó a colaborar con varias organizaciones cristianas de ayuda al desarrollo que la llevaron desde su pequeño pueblo en el norte de Togo a sus países vecinos en el oeste de África y hasta Europa y Estados Unidos. Sus viajes por todo el mundo, le abrieron la mente y a su vuelta a su país natal, Édith no se amoldó a la idea su familia tenía para ella.
Édith ha visto mucho y está empeñada en cambiar la realidad de las mujeres que la rodean. Édith es una motivadora. No tiene pelos en la lengua y comunicará su mensaje cueste lo que cueste. Édith está en Benin acompañando a una organización estadounidense, Women’s Enterprises Internacional -que trabaja con mujeres en países en desarrollo- y ante un grupo de madres en Lokossa (Bénin), saca lo mejor de sí misma. Una de las mujeres asistentes al encuentro se levanta y afirma que la raíz de sus problemas es la pobreza, lo que necesitan es dinero para empezar negocios. El comentario de esta madre desolada no convence a Édith, porque para ella la pobreza no tiene porque determinar el futuro de sus vidas. Así que se levanta y le pregunta "¿Tienes un cerebro?, ¿tienes dos manos?, tienes dos piernas? -la madre asiente-. Pues entonces tienes todos los instrumentos necesarios para poner fin a tu necesidad", le rebate Édith Dzampe.
En las visitas a los colegios y a las escuelas secuendarias, Édith también comparte unas palabras con los estudiantes que forman parte del programa de becas de WEI, New Hope Benin. "Tenéis que aprovechar la educación que se os ofrece". El mensaje de Édith es duro y directo, pero ella habla desde la pasión y no tolerará ningún mensaje que ceda ante la lástima propia. Édith acaba de perder a su hermana a una enfermedad desconocida, probablemente Sida, y ha tenido que hacerse cargo de sus sobrinos y una madre anciana. Es lo que esperan de ella. Su vida no es fácil pero Édith está convencida de que las cosas pueden cambiar, en su familia y en su país.
Otra de las mujeres que está cambiado África es Gracie Mullei. Gracie también es una mujer grande y fuerte de Kenia. Gracie, que es la directora de los proyectos de WEI en Kenia, es el ejemplo que las mujeres africanas necesitan: nacer en una familia pobre no tiene porqué determinar el resto de tu vida. Se puede aspirar a tener una vida más cómoda, libre y próspera. Las mujeres la escuchan, porque ella habla su mismo idioma. Gracie hace énfasis en el valor de la educación. Hace muchos años en su Kenya natal alguien le dio una beca para ir a la escuela y ahora ella se dedica a animar a madres a encontrar recursos para enviar a sus hijos a la escuela. "Cuando unimos nuestras fuerzas para luchar contra un problema lo hacemos mejor cuando lo hacemos juntas", les dice a un grupo de madres. Tiene elegancia, poder y convicción.
No sólo las que están en el liderazgo son los motores del cambio. Muchas mujeres rurales y de ciudad, casadas y solteras, han decidido que poner fin a la inercia que durante décadas dominó la vida de sus antecesoras. Genevieve Edah tiene 15 años y tiene claro lo que quiere ser cuando sea mayor: abogada. ¿Porqué? "Para defender a las mujeres de los hombres", ¿Porqué? "Por que los hombres son unos mentirosos" explica Edah. Eulalia tiene 12 años. Parece cansada y tiene el rostro triste. Desde hace un año se beneficia del programa de becas para enviar a niños al colegio de WEI. Eulalia cuenta que se levanta a las seis de la mañana para limpiar la casa, a las 8 se va a clase ¿Qué es lo que más quiere Eulalia? "Libertad", contesta sin dudar. Libertad ¿para qué?, "libertad para estudiar sin tener tantas responsabilidades". Con esa determinación, si Eulalia consigue acabar sus estudios de secudaria e ir a la universidad, ella también será parte del cambio de su nación.
Al igual que Mathai y Johnson, estas mujeres y estas niñas quieren ser las primeras en lograr sus sueños. La primera mujer del pueblo en montar una empresa, la primera hija en ir a la universidad, la primera abogada. Muchas se quedarán en el camino, los obstáculos son muchos. Algunas lo conseguirán. No importa el número, cada mujer que deje atrás la pobreza y encuentre sentido a su vida será un rayo más de esperanza para África.
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Fotos: Evangeline O’Regan
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Desde la premio Nobel Wangari Mathai o la presidenta de Liberia, Ellen Johnson hasta las madres e hijas anónimas, todas ellas se están convirtiendo en el motor del cambio en el continente perdido.
Cotonou, Benin – África Occidental -
Autora: Evangeline O’Regan -
África no es un continente dormido. África no está a la espera de lo que el resto del mundo puede hacer por ella. Hay mujeres que pueden demostrar lo contrario. Hay mujeres que no están dispuestas a quedarse de brazos cruzados. Son las compañeras de batalla de la premio Nobel keniata, Wangari Mathai -que consiguió el premio Nobel de la Paz en 2004 por su contribución al desarrollo sostenible- o la presidenta de Liberia, Ellen Johnson -la primera mujer africana en ser elegida jefe de Estado-, mujeres que están siendo las portavoces de sus congéneres y están liderando el cambio tan anhelando en el continente. En Benin, un pequeño país de sólo 7 de millones de habitantes en el Oeste de África, viven, trabajan, estudian y luchan algunas de ellas. Esta es su historia.
Daslin Small-Oueounou
Alguien dijo que si Dios no encuentra a una persona para hacer su obra en un país, no tiene ningún problema en buscar a la persona correcta y llevarla hasta ahí. Como le pasó a Teresa de Calcuta, que nació a miles de kilómetros de la India, el país que más tarde revolucionaría. Ésta es también la historia de Daslin Small-Oueounou, una mujer grande y de mirada decidida nació en Jamaica y se mudó a Canadá antes de cumplir 20 años.
El currículum y la vida de Daslin son parecidos al de muchas mujeres occidentales: soltera, con carrera, profesional, independiente, triunfadora. Daslin, enfermera de profesión, se había especializado en la administración y había llegado a dirigir un hospital en Canadá. Como les ocurre a muchas urbanitas, en medio de su carrera profesional Daslin dio un cambio radical: substituyó los hospitales de Toronto por el de un barco médico, el Anastasis -ahora conocido como Mercy Ships-, que se dedicaba a recorrer la costa oeste de África operando malformaciones físicas y proporcionando ayuda sanitaria a miles de africanos. Daslin trabajó en varios departamentos de este buque sanitario hasta convertirse en su directora general en el año 2003. Como parte de su ruta, el Anastasis hizo escala en Cotonou, la capital comercial de Benin y uno de los principales puertos de esta parte de África. Durante su estancia en el país africano la jamacaino-canadiense tenía entre las obligaciones de su cargo entrevistarse con los principales líderes del país, entre ellos un pastor viudo: Ernest Oueounou.
En contra de todo lo que Daslin podría haber imaginado para su vida, para entonces tenía 50 años y una vida bastante decidida, entre el pastor y ella saltó la chispa y se casaron. Daslin no sólo cambió de estado civil sino que de la noche a la mañana adoptó una nueva nacionalidad, se convirtió en madre de una niña y un chico adolescente, empezó a aprender un nuevo idioma y dejó atrás las comodidades y oportunidades que le proporcionaba la vida en occidente. Han pasado dos años desde que esta mujer energética, emprendedora se mudara a Cotonou y no hace falta decir que las cosas no se han quedado como estaban. La nueva vida de Daslin coincide con la llegada al poder de uno de los nuevos presidentes africanos, Thomas Yayi Boni, que ha despertado muchas esperanzas de cambio y renovación democrática para Benin, y ella ha hecho suyo el motto electoral de Boni: "Ça va changer, ça va changer", "Las cosas van a cambiar, las cosas van a cambiar".
Entre los proyectos que Daslin tiene entre manos está la gestión de una clínica médica rural y un orfanato para 50 niños. Su nuevo reto: aprender motivar a mujeres para emprender proyectos que generen ingresos. "He hecho muchas cosas en la vida pero necesito formarme para aprender los entresijos de los microcréditos y técnicas para motivar a las mujeres a trabajar en equipo", asegura Daslin. Si las cosas van a cambiar en Benin, como pretende su presidente, Daslin será un instrumento clave para que eso ocurra.
De los montes de Togo al resto de África
Édith Dzampe es una mujer corajuda, fuerte y con las ideas muy claras. La vida de Édith no ha sido fácil, como la de la mayoría de niñas y mujeres que nacen y viven en África. Desde pequeñas llevan sobre sus hombros la carga de proveer comida y agua para la familia, sin pensar por un momento en ellas mismas. La vida de Edith sigue sin ser fácil. Nació en un pequeño pueblo en el norte de Togo, lejos de las oportunidades de Lomé, la capital pero en su juventud hubo un punto de inflexión, según cuenta, dejó las prácticas de religiosas ancestrales para convertirse al cristianismo. Gracias a su nueva fe, Édith empezó a colaborar con varias organizaciones cristianas de ayuda al desarrollo que la llevaron desde su pequeño pueblo en el norte de Togo a sus países vecinos en el oeste de África y hasta Europa y Estados Unidos. Sus viajes por todo el mundo, le abrieron la mente y a su vuelta a su país natal, Édith no se amoldó a la idea su familia tenía para ella.
Édith ha visto mucho y está empeñada en cambiar la realidad de las mujeres que la rodean. Édith es una motivadora. No tiene pelos en la lengua y comunicará su mensaje cueste lo que cueste. Édith está en Benin acompañando a una organización estadounidense, Women’s Enterprises Internacional -que trabaja con mujeres en países en desarrollo- y ante un grupo de madres en Lokossa (Bénin), saca lo mejor de sí misma. Una de las mujeres asistentes al encuentro se levanta y afirma que la raíz de sus problemas es la pobreza, lo que necesitan es dinero para empezar negocios. El comentario de esta madre desolada no convence a Édith, porque para ella la pobreza no tiene porque determinar el futuro de sus vidas. Así que se levanta y le pregunta "¿Tienes un cerebro?, ¿tienes dos manos?, tienes dos piernas? -la madre asiente-. Pues entonces tienes todos los instrumentos necesarios para poner fin a tu necesidad", le rebate Édith Dzampe.
En las visitas a los colegios y a las escuelas secuendarias, Édith también comparte unas palabras con los estudiantes que forman parte del programa de becas de WEI, New Hope Benin. "Tenéis que aprovechar la educación que se os ofrece". El mensaje de Édith es duro y directo, pero ella habla desde la pasión y no tolerará ningún mensaje que ceda ante la lástima propia. Édith acaba de perder a su hermana a una enfermedad desconocida, probablemente Sida, y ha tenido que hacerse cargo de sus sobrinos y una madre anciana. Es lo que esperan de ella. Su vida no es fácil pero Édith está convencida de que las cosas pueden cambiar, en su familia y en su país.
Otra de las mujeres que está cambiado África es Gracie Mullei. Gracie también es una mujer grande y fuerte de Kenia. Gracie, que es la directora de los proyectos de WEI en Kenia, es el ejemplo que las mujeres africanas necesitan: nacer en una familia pobre no tiene porqué determinar el resto de tu vida. Se puede aspirar a tener una vida más cómoda, libre y próspera. Las mujeres la escuchan, porque ella habla su mismo idioma. Gracie hace énfasis en el valor de la educación. Hace muchos años en su Kenya natal alguien le dio una beca para ir a la escuela y ahora ella se dedica a animar a madres a encontrar recursos para enviar a sus hijos a la escuela. "Cuando unimos nuestras fuerzas para luchar contra un problema lo hacemos mejor cuando lo hacemos juntas", les dice a un grupo de madres. Tiene elegancia, poder y convicción.
No sólo las que están en el liderazgo son los motores del cambio. Muchas mujeres rurales y de ciudad, casadas y solteras, han decidido que poner fin a la inercia que durante décadas dominó la vida de sus antecesoras. Genevieve Edah tiene 15 años y tiene claro lo que quiere ser cuando sea mayor: abogada. ¿Porqué? "Para defender a las mujeres de los hombres", ¿Porqué? "Por que los hombres son unos mentirosos" explica Edah. Eulalia tiene 12 años. Parece cansada y tiene el rostro triste. Desde hace un año se beneficia del programa de becas para enviar a niños al colegio de WEI. Eulalia cuenta que se levanta a las seis de la mañana para limpiar la casa, a las 8 se va a clase ¿Qué es lo que más quiere Eulalia? "Libertad", contesta sin dudar. Libertad ¿para qué?, "libertad para estudiar sin tener tantas responsabilidades". Con esa determinación, si Eulalia consigue acabar sus estudios de secudaria e ir a la universidad, ella también será parte del cambio de su nación.
Al igual que Mathai y Johnson, estas mujeres y estas niñas quieren ser las primeras en lograr sus sueños. La primera mujer del pueblo en montar una empresa, la primera hija en ir a la universidad, la primera abogada. Muchas se quedarán en el camino, los obstáculos son muchos. Algunas lo conseguirán. No importa el número, cada mujer que deje atrás la pobreza y encuentre sentido a su vida será un rayo más de esperanza para África.
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Fotos: Evangeline O’Regan
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FUENTE:
Internacional – Mujeres del mundo – 4 abril, 08 (AmecoPress)
Internacional – Mujeres del mundo – 4 abril, 08 (AmecoPress)
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