domingo, 13 de enero de 2008

CRÓNICA DE UNA BRIGADISTA DESDE PALESTINA




Lindon Soriano ha viajado varias veces a Palestina como brigadista del Komite Internazionalistak. Desde allá, hace llegar esta crónica de impotencia sobre la violencia cotidiana a la que se enfrenta la población palestina.
Lidon Soriano * (13/01/2008)
Estoy en Nablus, he tenido que cambiar el programa para llegar de día y poder entrar en la ciudad vieja. Al coger el taxi tras atravesar el chekpoint de Hawara, uno de los mas humillantes, aunque es ciertamente difícil establecer un ranking de crueldad, ya todos los taxistas me decían que estaban los "yehudi" –israelíes- en la ciudad y que estaban disparando. El recepcionista del hotel me ha confirmado que seguían bajo toque de queda, pero comentaba que era factible llegar, así que he cogido el taxi y teniendo que comprensiblemente, pagarle el doble por lo complicado de la situación, nos hemos ido hacia el centro. La primera impresión cuando la ciudad está bajo toque de queda es que no hay vida. Nadie en las calles, las ventanas cerradas, nadie en las terrazas y silencio, mucho silencio. Para cualquiera que conozca las estruendosas ciudades palestinas resulta no solo sorprendente, sino básicamente inquietante. La situación me recordaba mucho a 2002 y 2003.
A medida que nos adentrábamos en la ciudad empezaban a aparecer piedras en el suelo, cascotes esparcidos por el asfalto que hacían tambalear al taxi y emitir preocupantes sonidos amplificados por el silencio del momento. Más nos acercábamos, más silencio imperaba, más piedras por el suelo. De repente un jeep militar, dos. Otros dos en la calle contigua. Del primer jeep salen tres soldados y se ponen a perseguir a varios chavales que les estaban tirando piedras, los jeeps se ponen en movimiento persiguiendo también a los chavales, intentamos pasar al desaparecer el obstáculo, pero dos soldados de los otros jeeps salen y tras correr unos cinco metros lanzan dos bombas de sonido hacia dentro del callejón.El taxista da la vuelta apresuradamente y yo saco el pasaporte del bolso para llevarlo lo más visible posible. Lo intentamos por otro camino, pero llega siempre un momento en que aparece el temido y odioso jeep y hay que retroceder.
La gente ha tirado contenedores por el suelo para dificultar el acceso de los soldados a la ciudad vieja, pero esos obstáculos también nos dificultan a nosotros las maniobras. Sigo hablando con mis amigos por teléfono, con el hotel, pasándole el teléfono al taxista para que le indiquen por dónde puede ir, pero finalmente queda claro que no vamos a poder llegar al hotel, así que acabo el día en casa de un amigo cuya familia me acoge tan hospitalariamente como siempre, preparándome la cena, una cama, poniéndome el radiador en mi cuarto... Este es el reflejo del comportamiento de los ocupantes y de los ocupados, de los opresores y de los oprimidos y en occidente nuestros gobiernos tienen la desfachatez de castigar al pueblo ocupado con un embargo, en beneficio de la potencia ocupante. Sin comentarios.

1 comentario:

Roberto García Fernández dijo...

ADRIANA UN BESO Y UN ABRAZO .... FUGAZMENTE PORQUE ESTOY UN POCO LIADO